Visita Pastoral en la Archidiócesis de Madrid

Para que tengan vida

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Conocer para amar y servir

1 . Los obispos diocesanos, según una tradición multisecular de la Iglesia, en el ejercicio del ministerio episcopal debemos visitar el conjunto de nuestra diócesis asiduamente. Esta tradición, que se ha ido afianzando a lo largo de los últimos siglos, ha sido renovada por el concilio Vaticano II. El nuevo Código de Derecho Canónico ha regulado y actualizado su desarrollo.

Aunque de modo menos sistemático de lo que la visita pastoral requiere, he procurado conocer desde mi llegada la diócesis que el Santo Padre me ha confiado. Pero esto no puede suplir la visita pastoral en el sentido pleno de la palabra ni sólo de ese modo se logran, evidentemente, todos sus frutos. Es preciso conocer de forma ordenada y completa las comunidades y las personas, los ambientes concretos, las condiciones de vida en que el Evangelio es anunciado y que su anuncio debe transformar.

Por ello me propongo, junto con mis Obispos Auxiliares, continuar la visita pastoral que ya inició mi predecesor, el cardenal Don Ángel Suquía, y que llevó a cabo en cuatro vicarías. Para mí es un gozo cumplir esta obligación. Tengo la certeza de que es una gracia que puede coadyuvar eficazmente a la tarea de permanente renovación espiritual y pastoral que nos concierne a todos -pastores y fieles- en nuestro compromiso personal y comunitario con el Señor y su Iglesia en Madrid.

Reavivemos nuestra vocación

2. Para poder acoger ahora con fidelidad y gratitud esta gracia de Dios, conviene que reavivemos nuestra vocación al servicio del Evangelio. La Iglesia recuerda agradecida cómo el Señor, después de orar al Padre, llamó a los que quiso y designó a doce para que vivieran con Él y para enviarlos a anunciar el Reino de Dios (Mt 10, 1-42). En el evangelio de san Juan se refleja corno vivieron este envío Jesús y sus Apóstoles: «Como mi Padre me envió a mi, así os envío yo a vosotros» (Jn 20,21). Así como Jesús actuaba de parte del Padre y el su nombre, los discípulos han de actuar de parte de Jesús, en el horrible del Padre y del Hijo. Quién los escucha, escucha al Hijo; quiera los rechaza, rechaza al Hijo y al Padre, que le envió (cf. Le 10,16). El mismo Jesucristo los enriqueció con un don esencial del Espíritu Santo que les hacia capaces de realizar el encargo recibido.

Como la misión que se les habla encargado tenia que durar hasta el fin del mundo, los Apóstoles se preocuparon de instituir a sus sucesores. Mediante una especie de testamento, encargaron a colaboradores suyos inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos hablan empezado. Les impusieron las manos y les transmitieron el don del Espíritu que ellos hablan recibido; éstos, a su vez, designaron a otros para que, después de su muerte, les sucedieron en su ministerio (cf. LG 20 21).

La visita pastoral, acontecimiento de gracia

3. Así, el servicio de los obispos, que predican hoy el Evangelio y mantiene unida a la comunidad, es una gracia que Jesucristo nos ha concedido a la Iglesia para que podamos realizar la misión de ser sacramento de salvación en medio de los hombres. Aunque no sea el mejor cristiano de su diócesis, el obispo representa en ella a Jesucristo.

Mirando con los ojos de la fe, Àcómo no ver en la visita pastoral del obispo como una de las representaciones, visibles, de raíz sacramental, de aquella visita, en la que el Señor, «pastor supremo» y «obispo de nuestras almas», como se le llama en la primera carta de san Pedro, ha visitado y redimido a su pueblo? Por eso la visita pastoral, en la que el servicio episcopal parece que se concentra y se hace más inmediato y tangible, ha de ser, sin duda, un gran beneficio para las comunidades cristianas. Renovará en ellas, así se lo pedimos al Espíritu Santo, la adhesión a Jesucristo, la comunión fraterna, el perdón de los pecados, el servicio a los pobres, la audacia para ser testigos del Evangelio. Será un magnífico instrumento para «fortalecer la fe y el testimonio misionero de todo el Pueblo de Dios», tal como nos lo hemos propuesto en nuestra diócesis para prepararnos al Año Jubilar.

El servicio de la predicación

4. El obispo, maestro auténtico y testigo de la verdad divina y católica (cf. LG 25), presta a su diócesis, en primer lugar, el servicio de la predicación del Evangelio. La visita pastoral nos ofrece una especial oportunidad para proclamar la Buena Noticia y hacerla resonar en cada comunidad, que vive en un contexto social y cultural, que se caracteriza por aspiraciones, problemas, logros e infidelidades concretas, que se halla en un momento determinado de su proceso pastoral. La semilla de la Palabra volverá a ser sembrada y pedimos ya desde este momento al Señor que su fruto sea abundante: crecimiento de la fe, luz para desorientados, apoyo para vacilantes, alegría para decaídos, estímulo para perezosos, incorporación a la vida de la Iglesia -quién sabe- de quien vive de espaldas a ella.

La visita pastoral será también ocasión para dialogar con los sacerdotes y sus colaboradores sobre el trabajo de las comunidades en el campo de la predicación, la catequesis, la enseñanza religiosa, la formación cristiana de los jóvenes, la preparación de los sacramentos en especial cuando los solicitan personas alejadas de la vida de la Iglesia, el anuncio del Evangelio a los que no creen. De cómo sea la educación de la fe depende nuestra fuerza misionera. Los que aún no conocen a Jesucristo, se interesarán por él y se convertirán si, al tratar con nosotros, pueden ver cómo la vida se transforma cuando se vive cristianamente.

El servicio de la santificación

5. El ministerio del obispo se hace m‡s real y m‡s intenso -Áculmina!- cuando preside la Eucarist’a, sea él personalmente sea a través de sus colaboradores los presb’teros. En ella de modo especial hace presente a Jesucristo entregando la vida por sus hermanos, congregando a los hijos de Dios dispersos por el pecado. Por eso el momento central de la visita pastoral es la celebraci—n de la Eucarist’a, presidida por el obispo, de quien el concilio Vaticano II dice que es «administrador de la gracia del sumo sacerdocio» (LG 26).

Merece la pena preparar esta celebración en cada comunidad, de modo que todos los que participen en ella, valoren cada vez más la Eucaristía como el sacramento que hace a la Iglesia, y, puedan vivir, siempre que la celebren, los beneficios de la entrega del Señor: saberse santificados, reunidos en la única familia de los hijos de Dios, animados a acudir confiadamente al sacramento de la Reconciliación, convertidos en ofrenda permanente, enviados a proclamar el Evangelio.

De este modo la visita pastoral puede y debe contribuir a que progresemos en la dirección del primer objetivo del plan pastoral que nos hemos propuesto: «Anunciar el Evangelio a todos, creyentes y no creyentes, y educar la experiencia cristiana en la comunidad eclesial».

6. La educación de la experiencia cristiana en la comunidad eclesial lleva el pensamiento y el corazón a las comunidades de vida contemplativo. Merecen todo nuestro agradecimiento. Nos enseñan a mantener en medio de nuestras ocupaciones ordinarias las actitudes eucarísticas de adoración, inmolación, acción de gracias, propias de quienes se saben hijos de Dios y viven completamente confiados en Él. Podemos estar seguros de que su oración y la oblación callada de sus vidas con Cristo Crucificado y Resucitado al Padre, acompañarán nuestros esfuerzos a lo largo de la visita pastoral.

El servicio de la comunión

7. La visita pastoral es uno de los medios por los que el obispo promueve y robustece la comunión eciesial. Cumpliendo el servicio de hacer presente a Jesucristo en medio de la Iglesia particular, congrega y reúne en la unidad del Espíritu a todo el Pueblo de Dios: presbíteros, consagrados y laicos. No consiste este servicio del obispo en hacerse valer como un líder, que basara su influencia y pusiera su confianza en las cualidades y habilidades humanas; se trata, más bien, de renovar la invitación a cada uno, cada grupo, cada comunidad, a dejarse incorporar al trabajo de Dios, reconociendo con gozo y agradecimiento que también otros hermanos y hermanas nuestros han recibido la misma llamada de Dios, aunque sea por otros caminos y a trabajar en otras parcelas. Ninguno trabajamos para nosotros mismos ni para nuestros intereses particulares. «Mi Padre trabaja siempre», decía Jesús. Nosotros no somos más que colaboradores.

Las reuniones del obispo con los Consejos Pastorales de las parroquias, así como con los Consejos de coordinación y animación pastoral de los arciprestazgos, pondrán de manifiesto la diversidad de carismas y vocaciones con que el Espíritu Santo enriquece a la Iglesia para su constante edificación como Cuerpo de Cristo.

Merece especial atención el trabajo de tantas comunidades de religiosos y religiosas que, tanto en el campo de la educación como en el de la acción social, están desarrollando iniciativas apostólicas con entrega ejemplar y generosa aportación de recursos materiales. Verdaderamente necesitamos vivir disponibles para acoger y secundar los dones que el Espíritu nos concede para que el Evangelio sea cada vez mejor anunciado y vivido entre nosotros. Espero que esta visita pastoral que ahora reemprendemos nos ayude a todos, como dice nuestro plan preparatorio del Jubileo, a «vivir la comunión -invisible y visible- en la nuestra Iglesia particular» y favorezca la convergencia y coordinación de los distintos empeños y proyectos pastorales. Habiendo nacido éstos en el seno de la Iglesia, Àcómo no van a contribuir a la comunión de la misma Iglesia, a fin de que el mundo crea?

El servicio de la comunión con los pobres

8. Una de las señales de la llegada del Mesías es, según los evangelios, la evangelización de los pobres (cf. Le 7,22). Las comunidades cristianas, conscientes de estar viviendo en el tiempo cumplido de la venida del Mesías, no podemos dejar de compartir con los pobres el bien más grande que hemos recibido: el conocimiento de Jesucristo, el fundamento de la comunión y la misión de la Iglesia, lo que llena de gozo nuestra vida: todo lo que somos y poseemos como hijos de Dios. Nos sentimos llamados a vivir las exigencias de la comunión eclesial con los excluidos de los bienes materiales y sociales» sin condiciones. Así lo reconocernos en el actual plan pastoral de la archidiócesis.

En la visita pastoral deseamos prestar a los hermanos que sufren cualquier clase de marginación la atención preferencial que para nosotros merecen. Queremos dedicar el tiempo necesario para visitar enfermos, conocer de cerca la situación de marginación que algunos hermanos nuestros padecen, escuchar a quienes trabajan especialmente en la promoción de la justicia social y en el testimonio vivo de la caridad de Cristo. Algunos tal vez los consideran a estos meramente simbólicos. Serán tanto más hondos y más auténticos cuanto más vosotros mismos nos guiéis y nos permitáis conocer vuestra entrega y vuestro servicio. Si podemos compartir juntos un poco de la dicha prometida por nuestro Señor a los que se hacen servidores de los pobres, nos ayudaréis a ser más audaces para sensibilizar a los que se acorazan tras el individualismo, la comodidad, la búsqueda obsesionada de los bienes materiales.

La otra señal de la llegada del Mesías, según los mismos Evangelios, es la llamada a la conversión de los pecadores.

El servicio de la humanizaci—n de este mundo

9. Quisiera que la visita pastoral sirviera también para alentar a los que, convencidos de la capacidad humanizadora del Evangelio, se esfuerza por dar testimonio de Jesucristo en los distintos ámbitos de la vida social. Sabemos de sobra lo urgente que es que los cristianos que desarrollan su actividad profesional en el mundo de la política, la economía, la salud, la escuela, la universidad, el mundo obrero, la inmigración, los medios de comunicación social, la cultura «hagan presente la verdad, la vida y la fuerza transformadora del Evangelio».

La historia más reciente nos enseña que son precisamente los movimientos apostólicos los que tienen más larga experiencia en el acompañamiento específico que necesitan los laicos que asumen este compromiso marcadamente secular que les es propio. Pero también las comunidades parroquiales están llamadas a suscitar y cultivar entre los laicos vocaciones para trabajar activa y explícitamente en la transformación de la sociedad de modo que la caridad de Jesucristo pueda revelarse y realizarse para gloria del Padre y servicio a los hermanos (cf. ChL 59).

La reflexión que unos y otros podáis hacer en la preparación de la visita pastoral y que tendremos oportunidad de compartir, espero que ayuden a comprender mejor esta vocación tan propia del seglar, despertar conciencias dormidas, reavivar la generosidad de antiguos militantes… Es cierto que muchas circunstancias han cambiado, pero la caridad de Cristo sigue apremiando a la Iglesia.
Como el Buen Pastor

10. Dispongámonos, pues, a la visita pastoral avivando nuestra vocación de servidores del Evangelio, cada uno en el lugar en que Dios le ha puesto. Pido al Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a Él, que nos dé una mirada como la suya para conocer como Él conoce, y un corazón como el suyo, para amar y dar la vida como Él la dio por sus ovejas.

Vamos a conocer más de cerca vuestras comunidades, las condiciones en que se desarrolla la evangelización entre vosotros; tenemos mucho que agradecer a Dios. Queremos animar a quien esté decaído, fortalecer a quien se sienta débil, ofrecer la luz del Evangelio a quien se ve desorientado, buscar al que se ha marchado, acoger con los brazos abiertos en nombre de la santa Madre Iglesia a quien busca la reconciliación. Invito a todos, en nombre de Jesucristo, a renovar 1a gracia de la vocación cristiana y a ofrecer a nuestros hermanos, los cercanos y los lejanos, a todos nuestros conciudadanos, compartiéndola, la alegría de la fe.

ÀCómo no sentir con ocasión de la visita pastoral toda la fuerza de la llamada a la corresponsabilidad en el testimonio de la fe y del amor de Jesucristo? Tenemos que ayudarnos a caminar juntos por las sendas por las que viene hoy el Señor a visitar y redimir a su pueblo. Esperamos de cada uno la aportación de la vocación y la gracia que el Espíritu Santo le haya concedido. No hay nada que magnificar ni nada que fingir. La búsqueda común de la mejor respuesta a lo que el Señor nos pide, sólo se puede hacer en el diálogo sincero, humilde, fraterno, y en la oración, de quienes se sienten convocados a trabajar en la misma viña del Señor.
Principales encuentros que tendrán lugar en la visita pastoral

En cada arciprestazgo

– Con celebración de la Eucaristía presidida por el Arzobispo.
– Reunión del Consejo de coordinación y animación pastoral.
– Encuentro y convivencia con los presbíteros.
– Encuentro con religiosos y religiosas.
– Encuentro con profesores de E.R.E. y educadores cristianos.
– Encuentro con jóvenes.
En cada parroquia

– Con celebración eucarística
– Encuentro con los presbíteros
– Reunión con el Consejo Pastoral
– Reunión con el Consejo de Economía
– Encuentro con los agentes de pastoral
– Visita a las casas de religiosos y religiosas
– Visita a la sede de asociaciones católicas y otras instituciones.

Esperamos que, con la ayuda de Dios, esta visita pastoral a la que damos comienzo en nombre del Señor con gozo y esperanza, se verá bendecida con frutos de conversión al Evangelio, amor a la Iglesia, renovado vigor misionero. Así lo pedimos a nuestra Señora, Santa María de la Almudena, Madre de la Iglesia.

Con mi afecto y bendición,

Madrid, 28 de diciembre 1997

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