Queridos Diocesanos:
El próximo domingo 14 de febrero se celebra la Jornada Nacional de «Manos Unidas», que invita a todos a fijar la atención, «los c1nco sentidos», como dice en su Campaña -la número 40 ya-, de este año 1999 especialmente dedicado a Dios Padre, a las puertas mismas del Jubileo del 2000, en el grito angustiado de tantos hombres, mujeres y niños que sufren la pobreza, el hambre, las terribles consecuencias de la guerra y de todo tipo de injusticias, especialmente en los países del sur del planeta.
La Campaña de este año ha querido concretarse, sobre todo, en la «Liberación de los esclavos», de las víctimas de las nuevas formas de esclavitud -«niños y niñas que trabajan en condiciones inhumanas, reclutados para las guerras, vendidos a las redes de prostitución; mujeres explotadas por su doble condición de mujeres y habitantes de un país empobrecido «- que ha ido generado un mundo de espaldas a Dios, el cual necesariamente tenía que volverse cada vez mas contra el hombre. Es preciso abrir el corazón y la vida entera a Cristo que sufre en estos nuevos «esclavos del siglo XXI», como invita la presente Campaña con su lema «Arriésgate, oye su voz», S, responder con la certeza de que el Señor nunca se deja ganar en generosidad, y da el ciento por uno.
Estos «nuevos esclavos» a que se refiere la Campaña de «Manos Unidas», que sufren las injusticias de un mundo partido en dos, que ha herido de muerte la fraternidad al olvidarse de Dios que es Padre de todos, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5, 45), no son los únicos «esclavos del siglo XXI». Quien esclaviza a su hermano no
es libre, está atenizado por una esclavitud peor. La ruptura Norte-Sur, que tantos sufrimientos acarrea a los pueblos pobres del Sur, no ha significado, ni mucho menos, la libertad de los pueblos ricos del Norte, porque la Humanidad es una sola, y solo en fraternidad puede subsistir La historia de este siglo que termina ha puesto bien de manifiesto, de manera trágica, el peligro que comporta el olvido de esta verdad fundamental de la persona humana «Están a la vista -en palabras; de Juan Pablo II, en su mensaje para la Jornada de la Paz de este año 1999- los frutos de ideologías como el marxismo, el nazismo y el fascismo, así como también los mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico» Y señala a continuación esas esclavitudes del pretendido mundo «libre». «Igualmente perniciosos, aunque no siempre tan llamativos, son los efectos del consumismo materialista, en el cual la exaltación del individuo y la satisfacción egocéntrica de las aspiraciones personales se convierten en el objetivo último».
La llamada de «Manos Unidas» en ésta su Campaña número 40: «Arriésgate, oye su voz», es sin dada una invitación a la generosidad con los hermanos que sufren, pero antes que nada es un grito a la conciencia de todos y de cada uno para recordarnos que los que sufren son nuestros hermanos, hijos del mismo Padre del Cielo, y cuya suerte es la nuestra «Buscad primero el :Reino de Dios y su justicia», dice Jesús a sus discípulos preocupados por la comida y por el vestido; es decir, ‘lascad primero el valor de vuestra propia vida que Yo os doy ¡Sois hijos de Dios!», para concluir: «Y todas esas cosas se os darán por añadidura» (Mt 6, 33) Es, pues, la conversión del corazón, el volver la mirada al Padre, el paso indispensable para abrazar verdaderamente al hermano, con nuestros brazos y con nuestros bienes.
Esta conversión, a la que somos también especialmente llamados en este tercer y último año preparatorio al gran Jubileo del 2000, Año de gracia del Señor, que nos libra de toda esclavitud, es la razón de ser, en definitiva, de una Campaña como ésta en favor de nuestros hermanos mas pobres; y es igualmente la razón de ser del «Día del ayuno voluntario», que tendrá lugar el viernes día 12 de febrero. Quiera el Señor que este signo de conversión, así como toda la Campaña de «Manos Unidas», sea una verdadera ocasión para crecer en esa conciencia de fraternidad que acerca el Reino de Dios a nuestro mundo, y en esa generosidad para con los más necesitados que brota de este Reino, que es la misma persona de Cristo, y que, «por añadidura, nos da todas las cosas»
Encomiendo, finalmente, a nuestra Patrona, la Virgen de la Almudena, todos los trabajos de esta Campaña, para que con su protección maternal los bendiga y multiplique su fecundidad, para el bien verdadero de todos sus hijos.
Con mi afecto y mi bendición para todos,