«No os olvidéis de la hospitalidad» (Heb 13,3)
Mis queridos hermanos y amigos:
Hoy se celebra en España la Jornada Nacional de las Migraciones, La historia de este día pastoral de los emigrantes viene de muy lejos, de los años de la segunda mitad del siglo veinte en que nosotros los españoles y europeos éramos protagonistas de enormes movimientos migratorios. En el presente el problema de las migraciones ha cambiado radicalmente de signo: España se ha convertido en un país receptor de un número cada vez mayor de emigrantes procedentes del Magreb, del Este de Europa y, de forma muy acusada, de naciones hermanas de América. El informe 2000 sobre «Extranjeros en Madrid y en la Comunidad», elaborado y publicado por nuestra Delegación Diocesana de Emigraciones pone de relieve el acelerado ritmo de su crecimiento en nuestra Archidiócesis y, también, en las Diócesis hermanas de Getafe y Alcalá de Henares. Las dimensiones del problema se agravan por momentos, desde el aspecto de las condiciones legales, administrativas y policiales de su admisión hasta el de la integración digna de sus personas y familias en nuestra sociedad,
Para la Iglesia y los cristianos se hace urgente recordar las palabras de Pablo en la Carta a los Hebreos: «No os olvidéis de la hospitalidad». Eco fiel de lo que nos viene exigido en esta situación concreta, difícil y dolorosa, de nuestro prójimo, por la Buena Noticia de La Ley Nueva del Amor, que se nos ha dado, posibilitado e iluminado por Jesucristo, Nuestro Señor, el verdadero Evangelio de Dios- ¿Cómo no van a acoger los hermanos al hermano que acude a su casa solicitando cobijo, ayuda y remedio para subvenir a las necesidades apremiantes de su existencia y de la de los suyos? «Hospes sicut Christu» -«al huésped se le recibe como a Cristo»- reza la famosa máxima benedictina. Mucho avanzaríamos en la solución del problema actual de las emigraciones en Madrid, sí los católicos, personalmente, en nuestros lugares de vivienda, trabajo y tiempo libre, y, sobre todo, en nuestras comunidades parroquiales, acogiésemos a los emigrantes como hermanos, a los que ofrecemos los sentimientos y los hechos de la hospitalidad. cristiana.
La Comisión Episcopal de Emigración ha propuesto para la celebración de la Jornada de este año el siguiente lema: «Aquí no sobra nadie»- Nosotros queremos entenderlo y vivirlo a la luz de lo que exponíamos y enseñábamos, en comunión con el Magisterio de Juan Pablo II sobre la materia, en nuestra Carta Pastoral de siete de marzo pasado sobre «Acogida generosa e Integración digna del Inmigrante y su Familia», y que concretábamos de nuevo el 21 de junio en la presentación del estudio aludido sobre la migración en Madrid de nuestra Delegación para la pastoral de los inmigrantes.
El reto que nos plantea el -nuevo fenómeno de la inmigración del siglo XXI ha de ser abordado pastoralmente sobre la base espiritual de la convicción profunda, que nace de nuestra fe, de que «realizar una sociedad nueva desde la aceptación del que llega porque es un hermano, no es una utopía, sino una realidad concreta, escogida y posibilitada por el Evangelio, porque la caridad es un don de Dios»; es más, ha de ser aceptado y vivido tanto por parte de los madrileños como de los inmigrantes mismos al modo de una exigencia primera de «nuestra fe en Jesucristo, fundamento de la más auténtica fraternidad, don que Dios ha derramado en nuestros corazones»- Nuestra acogida para que sea auténticamente cristiana ha de salvaguardar la legitima identidad del emigrante, ha de atender a su familia -no se puede obviar su derecho a la reagrupación familiar- y ha de abrirle el espacio fraterno de la comunidad eclesial para su educación en la fe, la propia y la de sus hijos. Quizá por la vía de la apertura de las comunidades. parroquiales y de otras comunidades de Iglesia puede comenzar a despejarse el complicado camino de la digna ‘integración jurídica, social, cultural y económica de muchos de nuestros inmigrantes en la sociedad madrileña, Porque, en definitiva, tampoco podemos y debemos olvidar que también nosotros los necesitamos; que les somos deudores de servicios y labores, imprescindibles en un contexto social cada vez más envejecido y carente de niños, del que pasa nuestra propia gente.
La acogida, que conduce a la deseada integración, no se logrará, sin embargo, sin la colaboración responsable de los propios inmigrantes, sin una actitud respetuosa de la identidad cultural, humana y religiosa de la sociedad y el pueblo que les recibe, y de su ordenamiento jurídico. Su colaboración es indispensable para neutralizar las mafias que trafican con su dinero, con su salud y su integridad física, y para evitar eficazmente la delincuencia. A ellos, nuestros hermanos inmigrantes, les reiteramos de nuevo el ofrecimiento que les hacíamos en el último mes de marzo: «Acudid. con confianza a nuestra Delegación Diocesana de Migraciones, que os orientará y os brindará desinteresadamente su apoyo, y acudid también a las comunidades parroquiales del barrio donde vivís, en la seguridad de que seréis escuchados y recibidos con la mejor voluntad de ayuda y acogida».
Quiera la Virgen de La Almudena, nuestra Madre y Señora, enseñarnos a hacer de nuestra Archidiócesis de Madrid una Casa de Nazareth para nuestros hermanos, los inmigrantes.
Con todo afecto y mi bendición,