Recobrar la esperanza en el Señor que viene
Mis queridos hermanos y amigos:
El Señor está cerca con su gracia, que alivia el dolor de los que sufren, venda los corazones desgarrados y nos abre de nuevo el horizonte eterno de la posibilidad cierta de la salvación y de la gloria que no pasa. No debemos dudar de esa cercanía nunca, ni siquiera en las horas más dramáticas de nuestra vida personal o colectiva. Galicia, tierra hermana, unida a todos nosotros con vínculos de familia, amistad, destino y fe comunes, vive una de esas coyunturas históricas en las que el poder del mal se nos impone con una fuerza aparentemente devastadora y fatídica. ¡Un Adviento difícil, pero ni mucho menos imposible para las comunidades y los cristianos de las bellísimas Rías y de las costas indómitas del Finisterrae! El Señor les llegará con toda certeza en estas semanas, aún agotadoras y expectantes ante posibles nuevas amenazas de la marea negra; les llegará con su gracia que transforma voluntades, cambia actitudes, alumbra nuevas vías de solidaridad y de amor cristiano y no rara vez lo acompaña y hace fructificar en milagros de consuelo y de soluciones humanas y divinas insospechadas e, incluso, sobrehumanas.
Hay una clave para apresurar su llegada: la oración ferviente y unánime de cada uno de nosotros y de toda la Iglesia; la única que verdaderamente «allana los caminos del Señor», como en los días de Juan el Bautista. Por ello los Obispos del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española hemos invitado a todos nuestros hermanos de las diócesis de España a sumarse a la iniciativa de la Archidiócesis de Santiago de Compostela y de su Pastor para sumar nuestras voces suplicantes el próximo domingo día 22, el último del Adviento, a las suyas, dirigiéndonos al Señor, que nos está a punto de nacer de nuevo, para pedirle que también en este año duro y sombrío nuestros hermanos de Galicia puedan compartir con nosotros la celebración de la Natividad del Señor con «alegría desbordante», «como fiesta de gozo y salvación» según reza la Liturgia de hoy. Así lo haremos en Madrid, en todas las Iglesias de nuestra Archidiócesis, ampliando los ecos de las plegarias a la Virgen Inmaculada que resonaron graves y esperanzadas por Galicia en las Vigilias de su Fiesta la semana pasada: por sus hijos e hijas.
Le pediremos la renacida gracia del servicio comprometido por parte de todos los responsables de las administraciones e instituciones públicas, para que no desfallezcan ni en el esfuerzo generoso ni en la colaboración mutua, noble y desinteresada a favor de los damnificados directa e indirectamente por la catástrofe ecológica.
Le pediremos igualmente que continúe suscitando la gracia de la ayuda solidaria y del amor gratuito de muchos voluntarios, dispuestos a ofrecer -«codo con codo»-, tiempo libre, energías y capacidades, cálida proximidad humana y cristiana a los afectados.
Y, finalmente, le abriremos nuestros corazones al Señor que viene, suplicándole que aleje definitivamente de nuestros mares y costas el peligro latente de posibles mareas negras y el más lejano de otros accidentes marítimos, como el que hemos padecido las semanas pasadas, y que han tenido lugar en las últimas décadas con demasiada frecuencia.
La oración que brota de la fe «mueve montañas» y la fe viva en el Señor Jesús se traduce ante los avatares de la existencia en plegaria humilde y eficaz, sobre todo, cuando nace y se alimenta de actitudes de sincera conversión a Dios. El domingo de oración por Galicia, a la que os invitamos, cobrará por tanto todo su vigor espiritual si nos sumamos también a la Vigilia de ayuno y penitencia el viernes que antecede, día 20 de diciembre, a la que ha convocado también el Sr. Arzobispo de Santiago de Compostela.
La oración de la Iglesia alcanza «omnipotencia suplicante» cuando se acoge a la intercesión y al amor maternal de la Virgen María. Hagámoslo con ternura y confianza filiales, recurriendo al rezo del Rosario que nos recomienda en este año con nueva frescura espiritual el Santo Padre, y el fruto será seguro. De nuevo aparecerá la gracia del Niño Jesús que renace en todos nosotros y, con una nota de renovada y firme esperanza, en Galicia.
Con todo afecto y mi bendición,