Mensaje del Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid con motivo de la Pascua del Enfermo 2003

Pascua del Enfermo 2003

25 de Mayo, VI domingo de Pascua

Queridos diocesanos:

Mediante este mensaje os invito a participar el domingo 25 de Mayo en la celebración de la Pascua del Enfermo 2003, que es la culminación de una Campaña centrada este año en un problema de gran importancia pastoral. Como sabéis desde el pasado 11 de Febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes y fecha en que el Santo Padre nos sigue convocando para celebrar la Jornada Mundial del Enfermo, el título de la Campaña de este año es «Los enfermos en la parroquia, un prioridad».
No es la primera vez que la Conferencia Episcopal Española sitúa a la comunidad parroquial, por lo que respecta a su relación con los enfermos, en el centro de atención de nuestras iglesias diocesanas de España. Os recuerdo que la Campaña correspondiente a 1990 versó sobre «La comunidad cristiana y los Enfermos», aludiendo a las parroquias, no de modo exclusivo pero sí principal. Sin embargo, desde entonces hasta ahora la situación sanitaria ha variado enormemente, sobre todo por lo que se refiere a la ubicación de los enfermos; y éste es el motivo de que la Comisión Episcopal de Pastoral haya decidido volver a plantear el problema pastoral de la relación entre las comunidades parroquiales y los enfermos, declarando que se trata de un problema que requiere una atención prioritaria.
En efecto, es un hecho cada vez más palpable que en los hospitales sigue creciendo el número de ingresos de enfermos, pero la duración de su estancia en ellos es cada vez más corta. Donde el Sistema Nacional de Salud está volcando cada vez más recursos asistenciales es en las estructuras de atención primaria, lo que hace que, en cada momento, haya tanto en términos absolutos como proporcionales menos enfermos hospitalizados y más enfermos que viven la enfermedad en su domicilio. Los porcentajes aproximados que este año se barajan son del 12 y del 88 por ciento respectivamente. Y esta tendencia va a seguir creciendo en el futuro.
De ahí la razón de ser de esta Campaña. No se trata de mermar importancia pastoral a los hospitales. En ellos la Iglesia, a través de los Servicios de Asistencia Religiosa Católica, sigue y seguirá teniendo una oportunidad privilegiada de proclamar el Evangelio a todos los componentes de la sociedad civil, y de asistir pastoralmente a sus fieles en los momentos difíciles de la enfermedad. Pero el centro de gravedad de la Pastoral de la Salud se ha trasladado ya al domicilio de los enfermos, tanto por lo que respecta a su número como a la duración de sus procesos de enfermedad.
Este es el desafío pastoral que se les plantea en el momento presente a las comunidades parroquiales. Sé que muchas de ellas cuentan ya con equipos de visitadores de enfermos, compuestos por presbíteros, religiosos y laicos, que constituyen la presencia de la parroquia junto a los enfermos y sus familiares en sus domicilios, y que esta entrañable y esperanzadora realidad aumenta en número y calidad asistencial y evangelizadora día tras día. Pero quizá no haya aún en nosotros una conciencia suficiente del alcalde del problema que la evolución de la asistencia sanitaria nos plantea. Es posible que, al pensar en los enfermos, a muchos se nos vaya todavía la mente hacia el hospital como el lugar donde la mayoría de ellos se encuentran. Y, sin descuidar este campo, ésta es quizá la primera idea equivocada que hemos de corregir. Los enfermos están, en abrumadora mayoría, entre nosotros, en nuestros barrios, calles y edificios de viviendas, como sucedía antaño, y tantos recordamos de nuestra niñez; es decir, junto a nuestra propia casa y al alcance de nuestras parroquias. Tal es la realidad que ha de calar mucho más hondamente en nuestra conciencia humana y cristiana.
Para las comunidades parroquiales los enfermos han pasado a ser una prioridad pastoral. ¿Están ellas preparadas para afrontarla en toda su envergadura? Ésta es la segunda cuestión que nos debemos plantear. Sin miedo, sin complejos, sin desaliento anticipado; todo lo contrario, reafirmándonos en nuestra convicción cristiana de que el Espíritu del Señor, Buen Samaritano, «acudirá una vez más en ayuda de nuestra debilidad» (Rom 8,26). Recordad lo que os decía en la carta pastoral que os dirigí con motivo de la Misión sanitaria el año 2000:
«La evangelización del mundo sanitario debe hoy extenderse más y más hacia todo el campo extrahospitalario, pues la sanidad ha salido decididamente del hospital a la calle y, a través de las estructuras de atención primaria y especializada, llega en Madrid a la práctica totalidad de los ciudadanos, extendiendo incluso la asistencia al domicilio de quienes han caído enfermos. Esta vertiente del mundo sanitario coincide territorialmente con el campo pastoral de las vicarías, arciprestazgos y parroquias, que es el propio de los equipos de visitadores parroquiales de enfermos.
Convocar a las comunidades parroquiales a esta misión evangelizadora -os decía entonces, y os repito ahora con motivo de la presente Campaña- es tocar una de las fibras más íntimas y radicales de su ser y función cristianos, aquella que resaltaba San Pablo al hablar del Cuerpo de Cristo y del carisma de sanación (1 Cor 12, 9) inherente a él. Es, por tanto, animarles a que despierten en todos sus miembros la vocación sanadora a la que está llamado todo cristiano. Es también invitarles a que el hondo sentido comunitario que poseen y viven por su carácter eclesial, lo ofrezcan al mundo sanitario para que la salud sea cada vez más una empresa para todos, de todos y promovida por todos. Es mostrar cómo el Cuerpo místico de Cristo es, por su misma naturaleza salvadora, Cuerpo asistencial y sanador hacia dentro y hacia fuera de la propia -comunidad»[1].
Hoy, al convocaros para celebrar la Pascua del Enfermo 2003 en el seno de vuestras respectivas parroquias, o acompañándonos en la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de La Almudena, donde presidiré la celebración de la Eucaristía y de la Santa Unción, os invito a convertir vuestras comunidades parroquiales en centros irradiadores de sanación y asistencia espiritual a las personas de los enfermos y sus familiares en sus domicilios.
Os invito también a que pongáis todo este empeño evangelizador bajo el patrocinio de la Madre de Jesucristo y Madre nuestra, Santa María, Salud de los Enfermos.

Con mi afecto y bendición,

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