Jornada de los Misioneros Diocesanos -Domingo, 15 de Junio de 2003.A los misioneros y misioneras diocesanos

«Iglesia diocesana, ¡sé misionera!»

A los misioneros y misioneras diocesanos

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Mis queridos misioneros y misioneras madrileños:

Es para mí motivo de gozo y satisfacción grande dirigirme a vosotros, siguiendo la tradición anual, con motivo de la Jornada que nuestra Iglesia particular de Madrid dedica a avivar el recuerdo de los misioneros y misioneras que de ella habéis partido para anunciar a lo largo y ancho del mundo, con vuestra palabra y vuestra vida entera, la Salvación obrada por Jesucristo, mediante el misterio de su Muerte y Resurrección, para reunir a los hijos de Dios dispersos, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Este año tiene lugar este Día tan vuestro, y tan de toda la Iglesia en Madrid, como es la Jornada de los Misioneros Diocesanos, en la Fiesta de la Santísima Trinidad. La Misión de la Iglesia, vuestra Misión, es justamente congregar, reunir a los hombres para formar la única familia de los hijos de Dios, hijos «en el Hijo», que nos ha enviado su Espíritu para que podamos decir con Él, en verdad, «Abba, Padre». El Misterio de Dios, Uno y Trino es, pues, luz poderosa que ha de guiar en todo momento vuestro ser y vuestro obrar misionero. Al igual que a toda nuestra comunidad diocesana. El lema de la Jornada de este año es bien elocuente: «Iglesia diocesana, ¡sé misionera!». Todos y cada uno de los miembros de nuestra Diócesis, pastores y fieles, consagrados y familias, niños, jóvenes y mayores, hemos de vivir esa dimensión «misionera» que constituye el centro mismo de nuestro ser Iglesia. Para que esto sea así, el testimonio de vuestra vida, don precioso del Señor, es sin duda de vital importancia. No sólo vosotros hacéis que la Iglesia sea misionera, sino la Diócesis entera. Pero no cabe duda de que vuestra vida, a todos los que permanecemos en Madrid, nos alienta de manera especialísima, y es justo reconocerlo y proclamarlo. Contad, pues, con nuestra gratitud, y con nuestras oraciones, al tiempo que nos encomendamos igualmente a las vuestras.
A vuestra oración encomiendo, de manera especial, el Sínodo Diocesano. Quiera el Señor que de él salga «más» misionera nuestra Iglesia particular de Madrid. A ello también va a contribuir la reciente Visita del Santo Padre a España. Dejemos que resuenen fuertemente en el corazón de todos sus palabras al finalizar la Misa de las canonizaciones en la madrileña Plaza de Colón: «¡España evangelizada, España evangelizadora! ¡Ése es el camino!».
No puedo terminar sin dirigir la mirada a la Virgen de la Almudena, nuestra Madre y Patrona, pidiéndole que bendiga vuestros esfuerzos y os ayude a perseverar en la fidelidad a su Hijo.

Con todo afecto y mi bendición.

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