Discurso Inaugural LXXX Asamblea Plenaria de la CEE


LXXX Asamblea Plenaria de la CEE

Madrid, 16-20 de junio de 2003

Eminentísimos señores Cardenales,
Excelentísimo señor Nuncio Apostólico,
Excelentísimos señores Arzobispos y Obispos,
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Al comenzar los trabajos de la LXXX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, dirijo mi saludo cordial a todos ustedes: al Sr. Nuncio, a los miembros de la Asamblea, a los participantes en ella y a cuantos trabajan en esta Casa. Saludo también a los enviados de los diversos Medios de Comunicación Social. Sean todos sinceramente bienvenidos.
Deseo tener presentes antes de nada a los hermanos obispos que han fallecido en estos meses: a Mons. D. Antonio Palenzuela, obispo emérito de Segovia, y a Mons. D. Teodoro Úbeda, obispo de Mallorca. Para ellos, nuestra gratitud y nuestra oración.
También tenemos presentes en nuestra oración a las numerosas víctimas de los dos accidentes que nos han conmovido hace pocos días: los 62 militares que perdieron la vida en Turquía al regreso de una misión humanitaria en Afganistán y las 19 personas fallecidas en el accidente ferroviario acaecido en Chinchilla (Albacete) el pasado día 3 de junio. Para sus familiares y cuantos lloran su muerte, pedimos al Señor resucitado el consuelo y la esperanza.
Felicitamos a los obispos que han asumido el servicio pastoral en sus nuevas sedes: a Mons. D. Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo; a Mons. D. Jesús García Burillo, obispo de Ávila; a Mons. D. Carlos López, obispo de Salamanca; a Mons. D. Atilano Rodríguez, obispo de Ciudad Rodrigo; a Mons. D. Antonio Algora, obispo de Ciudad Real; a Mons. D. Enrique Vives, obispo de Urgell y a Mons. D. Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada. Que el Señor les ilumine, les fortalezca y les llene de gozo en su misión.
Al Sr. Cardenal D. Francisco Álvarez, a Mons. D. Rafael Torija y a Mons. D. Juan Martí Alanis, les agradecemos sus largos años al frente de sus diócesis y les auguramos todavía amplia fecundidad pastoral en su nueva etapa de prelados eméritos.
I. Sobre la quinta Visita Pastoral a España del Santo Padre, Juan Pablo II
1. Ambiente espiritual y pastoral para un nuevo comienzo
En la apertura de la última Asamblea Plenaria, el pasado mes de noviembre, tuve la ocasión de evocar ante ustedes el primer Viaje del Papa a España, del que por entonces celebrábamos precisamente el vigésimo -aniversario[1] . Entre tanto hemos vivido el acontecimiento histórico de la quinta Visita pastoral de Juan Pablo II a nuestras iglesias, felizmente realizada los días 3 y 4 del pasado mes de mayo, y hoy me cabe la grandísima satisfacción de hacer algunas reflexiones sobre ella y de bosquejar algunas de las perspectivas que nos ha dejado abiertas.
Ha pasado ya mes y medio desde que el Papa se despidiera de nosotros con su «¡Hasta siempre, España. Hasta siempre, tierra de María!», palabras que devolvían a nuestra memoria el inolvidable Viaje Pastoral del año 1982[2] -Pero los ecos de lo acontecido siguen oyéndose y el poso de lo vivido está todavía asentándose en los espíritus y en la conciencia de nuestras comunidades y de España entera.
La presencia del Vicario de Cristo entre nosotros ha sido de nuevo un acontecimiento de gracia verdaderamente extraordinario. Hemos podido comprobar una vez más que la honda realidad espiritual de la Iglesia nos sorprende y nos desborda siempre. ¡Cuándo aprenderemos a ver las cosas con la mirada profunda de la fe! ¡Cuándo nos dejaremos guiar más de verdad por el Espíritu de Jesucristo resucitado, que alienta la travesía de su Pueblo por los mares de la historia! Sirviéndonos del símil eclesiológico de la Iglesia como nave, de un antiguo escritor hispánico[3] , ¿-no ha soplado con fuerza en esta Visita del Papa el viento de un nuevo Pentecostés sobre las velas de nuestras iglesias? ¿No se abrirá con ella un nuevo capítulo de la historia de la Iglesia en España? ¿No hemos sentido todos una fuerte interpelación a la santidad que nos permita relanzar nuestro compromiso apostólico, entre nosotros y también más allá de nuestras fronteras?
No es fácil evocar con las palabras el ambiente que se ha respirado en Madrid, y en todos los rincones de nuestra geografía, durante los dos días de la Visita del Papa. España entera ha asistido asombrada, a través de las pantallas de la televisión y de los demás medios de comunicación, al hermoso espectáculo ofrecido por un pueblo volcado en las calles y las plazas de la ciudad para estar junto al Papa. Desde su llegada al aeropuerto, Juan Pablo II se encontró, como hacía veinte años, y más aún, con la cercanía y el calor de unas gentes que se disputaban los espacios recorridos por él para saludarle, aclamarle y manifestarle que le querían. Las autoridades de la Nación supieron expresar, con su presencia en el recibimiento, en los distintos actos de la Visita y luego en la despedida, lo que el pueblo sabe y también comunica: que nos visitaba alguien que no era un Jefe de Estado más; que la presencia del Papa, venturosamente repetida, representa la presencia de Aquél a quien él mismo, sentado en el vehículo que le conducía de un lado a otro por las calles de Madrid, no cesaba de mentar con la fórmula conocida: «¡Alabado sea Jesucristo!».  Sí, es el Salvador quien nos ha visitado en la persona de Pedro; es con Él con quien el pueblo cristiano ha deseado encontrarse al saludar y acoger con tanto entusiasmo al «Vicario de Cristo y Pastor de toda la -Iglesia»[4] .
Los jóvenes se congregaron, en el aeródromo de Cuatro Vientos, en una magna asamblea que superaba en número, en entusiasmo y en sentido interior celebrativo a todas las concentraciones similares celebradas con anterioridad en nuestro país y también a algunas de las vividas recientemente en el ámbito internacional. Todas las previsiones se vieron desbordadas. Los jóvenes vibraron con la presencia y la palabra del Papa; dialogaron con él de una forma sencilla, humorística y hasta genial, más allá de lo que parece que podría caber en un acto tan multitudinario. Pero, al mismo tiempo se sintieron conmovidos por los testimonio de fe de algunos coetáneos suyos, oraron con fervor y se dejaron impactar por la palabra, por el canto y por la música.

En la plaza de Colón, en el corazón de Madrid, el pueblo de Dios, en toda su riqueza y variedad de edades, condiciones y procedencias, se congregó para celebrar la eucaristía de modo impresionantemente masivo, pero nada impersonal, sino con una intensa participación interior en la oración y en la alabanza litúrgicas. La canonización de cinco santos españoles del siglo XX, motivo inmediato del Viaje apostólico, puso el acento espiritual a aquel encuentro emotivo y hondo con el Santo Padre de tantas familias religiosas y apostólicas, de tantos sacerdotes y seminaristas, de tantos fieles llegados desde todos los rincones de España. Las iglesias que se asientan en nuestras tierras desde los primeros tiempos de la predicación del Evangelio se reunían, con sus pastores, en una asamblea visible y extraordinariamente católica, universal y festiva, junto al sucesor de Pedro, para celebrar la santidad de la Iglesia en algunos de los más destacados de sus hijos, inscritos en el catálogo de los santos, y para gozar, al mismo tiempo, de la certeza que proviene de su inserción apostólica en el Nuevo Pueblo de Dios, peregrino «entre las persecuciones del mundo y los consuelos de -Dios»[5] en la historia hacia  la Patria del cielo.
Pero el protagonista de estos días fue sin duda el Papa. Naturalmente, según he apuntado ya, él desempeña un ministerio y ejecuta un encargo que le ha sido encomendado. Como Sucesor de Pedro, obedece el mandato de Jesucristo de confirmar a los hermanos en la -fe[6]. Ahí está el secreto último de su «protagonismo»: en su obediencia fiel. Pero no cabe duda de que Juan Pablo II ejerce su servicio con un aliento personal de extraordinaria fuerza y cercanía pastoral y humana. Siempre lo ha hecho así, empeñando toda su existencia en la labor apostólica. No obstante, el efecto sin precedentes que ha causado esta Vista hay que relacionarlo también con esa conjunción tan especial que la persona del Papa manifiesta hoy entre el carácter quebradizo y débil de su situación física y el enorme vigor personal e interior que se expresa en la fuerza de la entrega a su misión y de lo que hay en él de -indestructible [7] . En la persona del Papa, anciano y joven a un tiempo, se puede experimentar de algún modo lo que significa la salvación cristiana por el misterio pascual de Cristo, de muerte y resurrección.
Nada de extraño tiene, pues, que, en medio de un ambiente, entonces un tanto tenso socialmente, la Visita del Papa haya creado un clima eclesial y popular distinto, caracterizado por la serenidad, la paz y el gozo fraterno.
2. Las enseñanzas del Papa, horizonte de futuro para la Iglesia y para España
El excepcional ambiente espiritual vivido en los días que hemos tenido al Papa entre nosotros no se explica como un mero fenómeno de psicología de masas. Hay que buscarle una razón más profunda. Hay que llegar a recordar y valorar el significado de la autoridad de quien rige a la Iglesia en nombre de Jesucristo y con la asistencia del Espíritu -Santo[8]. Es esa autoridad la que enardece la fe viva de los fieles, la que reaviva la fe mortecina de no pocos bautizados y la que interpela las conciencias de tantos hombres y mujeres que viven desorientados en la marabunta de opiniones encontradas y de relativismo  ambiental en el que se mueve en muy buena medida la cultura de nuestros días y la vida pública.
Pues bien, con su especial autoridad apostólica, Juan Pablo II nos ha enseñado una vez más a apreciar la historia de nuestra fe católica como un patrimonio de incalculable valor: «Sois depositarios de una rica herencia espiritual que debe ser capaz de dinamizar vuestra vitalidad -cristiana»[9]. Es la herencia de la Palabra del Evangelio, vivida por incontables generaciones y por santos y santas que han hablado y hablan, con sus hechos y con sus palabras, en nuestra lengua, a la Iglesia universal.
No se trata de un patrimonio fosilizado, de mero interés para los museos. El patrimonio de la fe es un legado vivo, de enorme trascendencia para todos los ámbitos de la vida humana, desde la vida personal y familiar hasta la política y cultural. Porque no se trata de otra cosa que de la conexión vital con Jesucristo. No se trata de otra cosa que de la Tradición viva de la Iglesia, que nos enseña, en la práctica espiritual, no sólo a conocer a Jesús como lo podrían hacer los eruditos o los divulgadores cuando escriben libros buenos sobre él, sino que nos introduce en la comunión de vida con Jesucristo resucitado, que transforma nuestra existencia de acuerdo con su imagen de Hijo de Dios y de hombre -perfecto[10]. «Un Evangelio para hacerse hombre», había escrito Juan Pablo II en «Cruzando el umbral de la -Esperanza»[11]. El rico patrimonio espiritual de la Iglesia en España es antes que nada cauce para ese conocimiento interno y vivo de Jesucristo, del que brota la santidad.
Las canonizaciones de San Pedro Poveda, San José María Rubio, Santa Genoveva Torres, Santa Ángela de la Cruz y Santa Maravillas de Jesús han sido expresión elocuente de la fuerza transformadora de lo humano que caracteriza a  la herencia espiritual del pueblo cristiano. Todos ellos son hijos de un tiempo muy cercano al nuestro, que han sido testigos de las miserias e incluso de los dramas de una historia marcada por fuertes corrientes ideológicas y sociales que vienen tratando de apartar a la sociedad moderna del Evangelio con el señuelo de una supuesta esperanza puramente terrena, encerrada en los poderes del hombre y apartada de Dios. Sus vidas, puestas por Juan Pablo II sobre el candelero de la santidad reconocida solemnemente por la Iglesia, son muestra de la frescura y actualidad del Evangelio y del poder de su gracia. El Papa nos enseña que las obras y las palabras de estos santos constituyen el mejor programa pastoral para hacer actual el patrimonio espiritual de la fe en la evangelización de nuestra sociedad, pluralista y, en buena parte, secularizada. Ellos vivieron en Dios para los -hombres[12] .
La evangelización de España, de Europa y del mundo, a la que Juan Pablo II ha convocado de nuevo a nuestras iglesias y a España presupone y exige el contacto permanente con las fuentes cristianas de la vida interior, sin rebajas, sin desconfianzas, y siempre con generosidad. No hay evangelización sin vida interior. Es ilusorio centrarse sólo en análisis, programaciones y acciones apostólicas o sociales más o menos acertadas. Porque «el gran drama de la cultura actual -según señaló el Papa con tanto énfasis en el Encuentro con los Jóvenes en Cuatro Vientos- es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación». Y añadía: «Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su -integridad»[13]. Nuestra labor evangelizadora presupone comunidades y personas que, «en la Escuela de la Virgen María», sean asiduas de la vida de oración y de la contemplación del Misterio de Cristo.
El Papa animó a los jóvenes y a toda la comunidad católica a la evangelización permanente de España, para que ésta pueda seguir siendo evangelizadora: «España evangelizada, España evangelizadora. Ése es el -camino»[14].
El estilo de la evangelización es, por su propia naturaleza, el de la propuesta respetuosa a la conciencia y a la libertad de los hombres. Haciéndose eco sobria y solemnemente de su magisterio de siempre, el Papa exhortó a los jóvenes en Cuatro Vientos, recordándonos las palabras de la Encíclica Redemptoris missio sobre la permanente validez del mandato -misionero[15]: «Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se -proponen»[16]. ¿Cómo podrán quienes son testigos del Evangelio y viven la experiencia del amor de Dios, manifestado en Jesucristo, ser promotores o colaboradores de nacionalismos exasperados, racismos e intolerancias? ¿Cómo podrán no entender que la espiral de la violencia, el terrorismo y la guerra no hace si no provocar odio y muerte? Frente a todo ello alertó Juan Pablo II a la juventud española para comprometerla en el trabajo de la paz, subrayando que se trata de una misión que sólo fructifica cuando arraiga en seres humanos que se dejan transformar por el amor de Dios, de ahí también aquellas palabras: «testimoniad con vuestras vidas…»
La España evangelizadora tiene un referente primario hoy en Europa, de la que forma parte y a la que ha de aportar también los frutos de su rico patrimonio -espiritual[17]: «Estoy seguro de que España -dijo el Papa al llegar a Barajas- aportará el rico legado cultural e histórico de sus raíces católicas y los propios valores para la integración de una Europa que, desde la pluralidad de sus culturas y respetando la identidad de sus Estados miembros, busca una unidad basada en unos criterios y principios en los que prevalezca el bien integral de sus -ciudadanos»[18] . La invitación a la construcción de Europa desde los valores del Evangelio resonó de nuevo también tanto en el aeródromo de Cuatro Vientos como en la Plaza de Colón. Es «un gran sueño»[19] -del Papa a cuya realización sabe que España puede colaborar de manera importante. Juan Pablo II, en 1982, había lanzado, precisamente desde Santiago de Compostela, aquel grito de amor a Europa llamándola a reavivar sus raíces -cristianas[20]. Lo recordó ahora de nuevo en Barajas. La invitación del Papa nos honra y nos estimula. ¿No habremos de secundarla?
La evangelización de Europa va, sin duda ninguna, mucho más allá de los textos que regulan la nueva institucionalización de su convivencia. En ella estamos empeñados y a ella dedicaremos nuestras mejores energías. Sin embargo,  queremos indicar en esta ocasión, en plena sintonía con los deseos expresados por el Santo Padre, que también esos textos habrían de ser tales, que permitieran y favorecieran el desarrollo de Europa en íntima conexión con las raíces que le aportan la savia nutricia del verdadero respeto por el hombre, por todo hombre, así como del vigor de su identidad secular y de su contribución propia, actual y futura, al concierto internacional de la convivencia entre los pueblos. En este sentido, esperamos que el borrador de la futura Constitución europea, presentado en las semanas pasadas, sea completado y enriquecido con la mención expresa de la fe cristiana, la cual constituye, sin duda ninguna, uno de los elementos de la irrenunciable identidad de -Europa[21].

3. Los frutos de la Visita del Santo Padre
La quinta visita de Juan Pablo II a España ha sido diferente. Exceptuando el alto en Zaragoza, de 1984, camino de América, ésta ha sido la más breve, pero, al mismo tiempo, tal vez la más sencillamente impactante. Está llamada a dar frutos duraderos.
Algunos de estos frutos ya los hemos visto y experimentado. Son los que van unidos al don del Espíritu Santo en cuanto Espíritu Consolador. Por diversos motivos, los católicos habíamos sufrido durante los dos últimos años tiempos de cierta inclemencia. La Visita del Papa nos ha confortado, porque nos ha permitido centrarnos de nuevo en lo esencial como Pueblo de Dios: en la alegría de compartir una misma fe en Jesucristo resucitado, de la que brota la esperanza que no defrauda. De ahí nace la experiencia de la unidad y de la fraternidad entre nosotros, señalada con el sello de un estilo inconfundible, que la diferencia claramente del bullicio del mundo y de algunas uniformidades sociales más o menos forzadas: «Ved qué hermosa y agradable es la convivencia de los hermanos unidos» (Sal 133).
Hemos visto también ya las respuestas vocacionales ofrecidas al Señor en Cuatro Vientos y en la Plaza de Colón. Hemos notado igualmente la afirmación limpiamente cristiana del amor y la devoción a la Virgen, en este Año del Rosario, que hace verdadera la calificación de España como tierra de María.
Pero además de estos frutos inmediatos y ya experimentados, de la Visita del Papa podemos y debemos esperar otros que hemos de recoger con laboriosidad y paciencia. Me refiero, ante todo, a la decidida asunción y puesta en práctica de las orientaciones y directrices del Plan Pastoral actualmente vigente en nuestra Conferencia -Episcopal[22]. Es un Plan que recoge, como sabéis bien, tanto los impulsos del Año Jubilar 2000 y, en particular del magisterio y orientaciones del Papa con esa ocasión, como los frutos del examen que nosotros mismos hemos realizado en los últimos años en esta Asamblea acerca de la situación pastoral de nuestras iglesias. El Plan se centra todo él en orientar nuestras miradas y nuestros trabajos hacia el encuentro con el Misterio de Cristo, de tal modo que se puedan superar los peligros y las tentaciones que se derivan de una cierta secularización interna de la vida de la Iglesia y que, de este modo, sea posible llevar a cabo con renovado vigor una acción evangelizadora clara y decidida.
La comunicación del Evangelio presupone testigos no entregados al mundo, sino a la salvación de Jesucristo y que, por eso, son capaces de transmitir la fe, de entregar tiempo y energías al apostolado y de vivir en la caridad con los hermanos, en particular con los más necesitados de nuestra sociedad. Son necesarias las «vocaciones»: hay que desearlas, promoverlas y cultivarlas en los diversos estados de vida cristianos. En la evangelización -dijo el Papa en Cuatro Vientos- «los laicos tienen un papel protagonista, especialmente los matrimonios y las familias cristianas; sin embargo, la evangelización requiere hoy con urgencia sacerdotes y personas -consagradas.»[23]
La asunción de las exigencias de la caridad y de la justicia en la España de hoy nos implica en algunas cuestiones particularmente urgentes a las que el Plan Pastoral se refiere. Entre ellas, la oración perseverante y la acción lúcida en lo que toca a la superación del terrorismo, teniendo en cuenta todas las implicaciones de este tristísimo fenómeno, que sigue golpeando a personas y familias inocentes y que condenamos con absoluta firmeza.  Contamos ahora para ello con los criterios seguros expuestos por esta Asamblea Plenaria en la Instrucción Pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, aprobada en nuestra última reunión[24]. -Pero no sólo nos ha de preocupar la erradicación de la lacra del terrorismo, sino también, como es natural, la convivencia en unidad solidaria de todos los españoles, basada en la concordia de lo plural y en la magnanimidad de las relaciones mutuas.
Hemos de continuar también la labor catequética y la acción pastoral en lo que se refiere al cuidado de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte de cada persona; en lo que se refiere asimismo al matrimonio y a la familia, células fundamentales de la vida social, sin cuya buena salud no es posible ni el cuidado de la vida, ni la realización integrada de la existencia personal, ni la convivencia social armónica, ni la transmisión fluida de la fe a las nuevas generaciones; en lo que se refiere igualmente a la acogida e integración justa de los emigrantes y a la atención a los marginados y a los pobres de nuestra sociedad.
Todos estos frutos se irán recogiendo en la medida en que ahondemos en las actitudes y comportamientos que inspiraron la preparación remota y próxima de la Visita apostólica del Papa. Deseo recordar ante todo la necesidad de la oración: la plegaria que sostiene la oblación de la vida al Señor; la  contemplación, con María, de los misterios de Cristo, para lo cual, nada mejor que la oración sencilla y fácil del Rosario. Deseo recordar también la necesidad de una catequesis paciente,  sostenida e íntegra. Y, ¡cómo no!, la necesidad de una  acción pastoral preparada y realizada en comunión y en colaboración por las diócesis, las comunidades parroquiales, los institutos de vida consagrada, los de apostolado y los movimientos y asociaciones antiguos y nuevos; es necesario que nada se desperdicie de la rica floración de «nuevos carismas» surgidos en la Iglesia después del Concilio Vaticano II, ni tampoco de la experiencia de instituciones  con larga historia de trabajo apostólico. La celebración común y gozosa de nuestra fe, presididos por el Pastor de la Iglesia Universal, nos urge a deponer los recelos y las reservas que pudieran darse entre diversas instituciones y grupos católicos; la comunión entre todos y con los Pastores de la Iglesia no es un lujo o una utopía, sino una posibilidad eclesial y una exigencia de la evangelización.
4. Un capítulo especial para los jóvenes
Los jóvenes han sorprendido de nuevo a todos tanto por su presencia numerosa como, en especial, por la calidad de su respuesta a la llamada y al mensaje del Papa. La escéptica sociedad de nuestro tiempo -e incluso algunos de nosotros- no se acaba de creer lo que viene sucediendo con los jóvenes en la Iglesia desde las primeras convocatorias hechas por el Papa para las Jornadas Mundiales de la Juventud en los comienzos de los años ochenta. ¿No será porque tal respuesta juvenil, sostenida y creciente, pone en cuestión sin contemplaciones los clichés al uso acerca de un hombre moderno supuestamente «liberado» de Dios y emancipado de la Iglesia?
Los jóvenes manifiestan que siguen siendo buscadores de lo Eterno y de la Salvación, que tienen hambre y necesidad de Dios y de Cristo. Ellos gozan cuando la Iglesia se les muestra como el ámbito «natural» y único para el hallazgo de lo que buscan y para el cultivo de la intimidad con Dios y del encuentro fraterno.
Los jóvenes necesitan que se les proponga y se les presente el Misterio de Cristo y de su Iglesia en toda su honda verdad evangélica, sin hipocresías, pero también en toda su integridad y sin falsas y superficiales adaptaciones a supuestas exigencias de una modernización ambigua y engañosa: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a -Jesucristo»[25].
Hay que adentrarse sin miedos de ningún género en la pastoral juvenil. ¿Qué otros signos esperamos? La juventud es capaz de ser iniciada en la vida interior, en la liturgia, en la amistad cristiana y en la comunión de la Iglesia. Es más, lo necesita. Necesita ser acompañada en los caminos del testimonio apostólico y del compromiso verdaderamente cristiano en favor de la gestación de una «nueva civilización del amor» en la sociedad y en la comunidad política; en España en primer lugar, y también en Europa y en la comunidad internacional. Es necesario acompañar con cuidado y con entrega a los jóvenes a la aceptación completa del «seréis mis testigos». El futuro de su adhesión a Cristo es el futuro de la Iglesia en España y de la Iglesia Católica; es también, sin duda ninguna, un factor decisivo para el bien temporal y para el futuro histórico de España misma.
Son muchos los nuevos sacerdotes, seminaristas y personas consagradas que están dispuestos a esta tarea. Y no sólo dispuestos, ya han demostrado que están trabajando con entusiasmo en la evangelización de los jóvenes. Los que han acudido al encuentro de Cuatro Vientos no han llegado allí por casualidad, como si fueran ovejas sin pastor. Los evangelizadores de la juventud deben contar con nuestro apoyo incondicional de guías del Pueblo de Dios y amigos del Señor.
El próximo año 2004 se presenta una nueva oportunidad para la dinamización de la pastoral juvenil. El Año Santo Jacobeo permitirá organizar en torno a la peregrinación al Sepulcro del Apóstol Santiago, el Patrón de España, una acción pastoral capaz de aprovechar el atractivo y las virtualidades de las referencias apostólicas e históricas del Camino de Santiago. Por lo demás, Santiago de Compostela, Meta y Camino, ha quedado unida en cierto modo a la histórica presentación de Jesucristo a los jóvenes por el Papa como el Camino, la Verdad y la Vida, en la Jornada Mundial de la Juventud de 1989.

II. La Iglesia vive de la Eucaristía: la decimocuarta encíclica del Papa
El pasado 17 de abril, día de Jueves Santo, Juan Pablo II publicaba la Carta encíclica Ecclesia de -Eucharistia[26], la decimocuarta de su pontificado. Agradecemos vivamente al Santo Padre su enseñanza, que toca uno de los puntos en los que se juega la evangelización de nuestro tiempo. La Iglesia, en efecto, halla la fuente y la cumbre de su vida en la Eucaristía. Lo tenemos presente en el vigente Plan Pastoral, en particular con relación a la significación del domingo para la configuración de la identidad -cristiana[27].
La reciente Encíclica nos prestará, sin duda, una gran ayuda en el ámbito del doble objetivo que se propone. Ante todo, suscitar el «asombro eucarístico»[28], -ya que en este sacramento, el sacramento por antonomasia, es el misterio central de Cristo el que se hace presente en el hoy de la Iglesia: el sacrificio pascual que nos salva. Pero la Encíclica nos ayudará también a «disipar las sombras de doctrinas y prácticas no -aceptables[29] que oscurecen el sentido de la Iglesia como sacramento de salvación y, por tanto, dificultan o impiden la obra de la evangelización.
III. Elección del Secretario General de la Conferencia Episcopal
La preparación del Viaje del Papa ha llevado consigo la prolongación del tiempo de servicio de Mons. D. Juan José Asenjo como Secretario General de la Conferencia Episcopal. Sobre él ha recaído la coordinación general de dicha preparación. Con gusto reconocemos y agradecemos la excelente labor llevada a cabo, bajo su dirección, por la Secretaría General. Junto con las comisiones diocesanas de Madrid y con el apoyo de miles de voluntarios, en las diócesis y luego sobre el terreno, en los escenarios de la Visita, se ha realizado un buen trabajo, sin el cual y sin la entrega personal de tantos no hubiera sido posible el desarrollo ordenado y brillante de los actos. Gracias, pues, a D. Juan José y a todos sus colaboradores.
Ahora, finalizados los plazos previstos, en esta Asamblea hemos de estudiar la elección del Secretario General, de acuerdo con los Estatutos de la Conferencia Episcopal.
IV. Otros asuntos: escuela, familia y liturgia
En esta Asamblea hemos de abordar también otros asuntos de gran actualidad, como son diversas informaciones y decisiones referentes a la escuela católica: sobre su futuro y sobre la aplicación, en su ámbito,  de la Ley de calidad. Escucharemos y estudiaremos los informes a este respecto de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis y de la FERE.  Los obispos no podemos no estar muy atentos a una cuestión tan importante y delicada, con tantas implicaciones en la misión fundamental de la Iglesia de transmitir la fe a las nuevas generaciones.
La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida presenta a la consideración de nuestra Asamblea Plenaria un Directorio de Pastoral Familiar. Se trata de una de las acciones previstas en el Plan Pastoral (nº 66)  como medio de desarrollo y aplicación de la Instrucción Pastoral La familia santuario de la vida y esperanza de la sociedad (2001). Habremos de estudiarlo con el interés y el cuidado que merece un campo tan importante para la acción evangelizadora de la Iglesia y hoy tan necesitado de una atención especial.
La Comisión Episcopal de Liturgia somete a la aprobación de la Asamblea varios textos de notable interés: la traducción al castellano y al catalán de la Institutio Generalis Missalis Romani de la III Edición Típica del Misal; la traducción a las mismas lenguas del Ritual de los exorcismos y otras oraciones y, por fin, la segunda edición catalana del Ritual de Exequias. Estos trabajos de la Comisión de Liturgia nos permitirán volver sobre la importancia capital que tiene para la vida de la Iglesia la recta celebración de los misterios de Cristo en la acción litúrgica, en particular, en la Eucaristía, como nos acaba de recordar el Papa en su última encíclica.

Conclusión
Antes de terminar estas palabras, con las que inauguramos la LXXX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, no podemos menos que evocar la beatificación reciente de las Beatas Dolores Sopeña y Juana María Condesa Lluch el pasado 23 de marzo, pocas semanas antes de la Visita del Santo Padre a España y de las cinco canonizaciones de la Plaza de Colón. Ellas se suman también a esa prodigiosa lista de mujeres contemporáneas, de los cercanos siglos XIX y XX de nuestra historia común, de gran temple cristiano y apostólico, que supieron llevar la luz del Evangelio a las situaciones de necesidad y de pobreza de la España de su tiempo, tan cercano al nuestro. También ellas ponen de manifiesto que el poder de la gracia de Cristo es capaz de transformar nuestras personas y nuestro mundo de manera realmente milagrosa.
A su intercesión y a la de los santos canonizados por el Papa aquí en Madrid encomendamos los trabajos de nuestra Asamblea. Que María, la Madre de la Iglesia, nos acompañe.

-NOTAS
[1] Cf. -LXXIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (18-22 de noviembre de 2002), Discurso Inaugural.
[2] Cf. -Juan Pablo II, Mensaje de Juan Pablo II a España, B.A.C., Madrid 1982, 264.
[3] Cf. -Gregorio de Elvira, De arca Noé, en: Fuentes Patrísticas 13, Ciudad Nueva, Madrid 2000, 158-187.
[4] Cf. -Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium 22.
[5] Cf. -Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium 8.
[6] Cf. -Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium 22.
[7] -Juan Pablo II, Tríptico Romano. Poemas, Universidad Católica de Murcia 2003, 39: «Non omnis moriar. / Lo que hay en mí de indestructible,…».
[8] Cf. -Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium 21.
[9] -Juan Pablo II, Al rezo del Regina coeli, en la Plaza de Colón, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 36.
[10] Cf. -Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes 22.
[11] Cf. -Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, Plaza y Janes. Barcelona 1994, 195-200.
[12] Cf. -Juan Pablo II, Carta apostólica «Novo millennio ineunte», 30-34.
[13] -Juan Pablo II, Discurso en el Encuentro con los jóvenes en Cuatro Vientos, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 27.
[14] -Juan Pablo II, Al rezo del «Regina coeli»,  en la Plaza de Colón, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 36.
[15] Cf. -Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio, 39: «La Iglesia propone, no impone nada: respeta las personas y las culturas, y se detiene ante el sagrario de la conciencia».
[16] -Juan Pablo II, Discurso en el Encuentro con los jóvenes en Cuatro Vientos, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 27.
[17] Cf. J. -Ratzinger, Perspectivas y tareas del Catolicismo en la actualidad y de cara al futuro, en: Concilio III de Toledo. XIV Centenario, 589-1989, Toledo 1991, 107-117; id., Europa: una herencia que obliga a los cristianos, en: Iglesia, Ecumenismo y Política. Nuevos ensayos de eclesiología, B.A.C., Madrid 1987, 243-258; R. Guardini, Europa-Wirklichkeit und Aufgabe, en: Sorge um den Menschen, Werkbung-Verlag 1962 (traducido al español por J.M. Valverde, Europa: realidad y tarea. (Discurso en la recepción del premio Erasmo, Bruselas 28 de abril de 1962), en: Obras de Romano Guardini I, ediciones Cristiandad, Madrid 1981, 13-27).
[18] -Juan Pablo II, A la llegada, en el aeropuerto de Barajas, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 19.
[19] -Juan Pablo II,  Discurso en el Encuentro con los jóvenes en Cuatro Vientos, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 27.
[20] Cf. -Juan Pablo II, Homilía durante la misa del peregrino, celebrada en el aeropuerto de Labacolla en Santiago de Compostela, (9 de noviembre de 1982), y Discurso en el acto europeísta celebrado en la catedral de Santiago de Compostela, en: Mensaje de Juan Pablo II a España, B.A.C., Madrid 1982, 244-250.256-262.
[21] Cf. -Giovanni Paolo II, Profezia per l´Europa, Piemme, Casale Monferrato 1999.
[22] Cf. -LXXVII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española 2002 – 2005. Una Iglesia esperanzada: «¡Mar adentro!» (Lc 5, 4), Edice, Madrid 2002 y Ecclesia 3087 (9. II. 2002) 20-38 y 3088 (17. II. 2002) 192-210.
[23] -Juan Pablo II, Discurso en el Encuentro con los jóvenes en Cuatro Vientos, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 27.
[24] Cf. -LXXIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, (Madrid, noviembre de 2002), Edice, Madrid 2002.
[25] -Juan Pablo II, Al rezo del «Regina coeli»  en la Plaza de Colón, en: Ecclesia 3152 (10. V. 2003) 36.
[26] Cf. -Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, (17 de abril 2003).
[27] Cf. -LXXVII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española 2002 – 2005. Una Iglesia esperanzada: «¡Mar adentro!» (Lc 5, 4), nº 24.
[28] -Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia 6.
[29] -Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia 10

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