Con ocasión del XXV Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Fernando Sebastián, quiero unirme a su acción de gracias personal y a la de su Archidiócesis de Pamplona por su servicio tan fecundo a la Iglesia, al tiempo que pido al Señor que siga bendiciéndole con frutos de vida apostólica y, en especial, con el mejor fruto que un pastor puede desear: el progreso en vida cristiana y santidad de todos sus diocesanos. D. Fernando siempre ha trabajado para que la vida de la Iglesia en España responda a los retos de la sociedad en que vive, iluminando con su magisterio los diversos campos de la vida social donde los creyentes deben ser el fermento de una vida nueva. Ahí están sus escritos, claros, ricos y sugerentes, y ahí está su acción pastoral. De modo más personal quiero dar gracias a Dios, porque quiso que nos encontráramos en una tarea común en nuestros tiempos de servicio a la Iglesia en la Universidad Pontificia de Salamanca. aquellos años de mucha ilusión, trabajo y esfuerzo evangelizador al servicio de la Iglesia fraguaron nuestra relación de amistad y trabajo que se ha alimentado en el único lugar donde todo lo que hacemos, por amor a Cristo y a su Cuerpo –incluidos los sufrimientos que conlleva el anuncio del Evangelio- recibe el ciento por uno. Esa es la medida que pido al Señor para D. Fernando en estos momentos en que celebra con gozo sus bodas de plata episcopales, con la firme convicción de que la fidelidad de Dios estimulará la suya con el único deseo de servir a Cristo y a los hombres.