El encuentro de Castelgandolfo del próximo 9 de agosto
Mis queridos hermanos y amigos:
¡“La Misión Joven” con el Papa! Así podríamos definir el objetivo pastoral de nuestra próxima peregrinación juvenil a Roma en la primera decena de agosto. Objetivo pastoral, que queremos vivir y experimentar hondamente como expresión del sentido último de nuestra acción misionera con la juventud madrileña, de nuestra compromiso apostólico con ella y ¿cómo no? como muestra inequívoca de nuestro amor filial al Papa, Benedicto XVI.
“La Misión Joven” con el Papa quiere decir y significar:
Primero: Que el anuncio de Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador del hombre, a los jóvenes de Madrid, quiere ser eco fiel de la predicación de Pedro y del “Pedro” de hoy, de Benedicto XVI. En el momento de dar testimonio de nuestra fe en Jesucristo, como ocurrió aquel día, camino de Cesarea de Filipo, no nos queremos “quedar en las ramas” de aproximaciones simplemente humanistas, más o menos bienintencionadas, sobre el valor humano de su persona y de su ejemplo para el mundo de hoy. ¡Ciertamente Jesús de Nazareth fue una persona caracterizada por una excepcional humanidad! Su forma verdaderamente “revolucionaria” –en el sentido mejor de la expresión– de valorar y tratar al niño, por ejemplo, lo manifiesta con creces. Pero Jesús fue y es más que un mero ejemplo de una forma noble de vivir el ser hombre. Tampoco, nos contentamos con caracterizaciones extraídas de una simple religiosidad natural o, incluso, como lo hacían muchos en Israel, identificándolo con alguno de los más grandes profetas del Pueblo elegido de Israel “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” –les preguntó Jesús a sus discípulos caminando hacia la región de Cesarea de Filipo–. “Ellos le contestaron: Unos que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas”. No, nosotros, a la hora de emprender “la Misión Joven”, le responderemos a la pregunta como lo hizo Pedro, adelantándose a los demás Apóstoles: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,13-17). Esto es lo que queremos dar a conocer y proclamar a los jóvenes de Madrid: ¡Sólo ese “Hijo de Dios” puede salvaros del pecado y de la muerte! Nadie –ni nada– más. En nuestra “Misión Joven” queremos pues –y nos lo proponemos con la firmeza, valentía y audacia que nacen de un amor profundo– hacernos fieles pregoneros, vibrantes y gozosos, de la perenne y siempre actual confesión de “Pedro”. Más aún, queremos vivir compartiendo en filial comunión con él su triple declaración de amor al Resucitado: “Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón de Juan ¿me amas más que éstos?”. Le dice él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero…”. Y, así, dos veces más… Sí, nuestra “Misión Joven” ha nacido y se ha de mantener viva a partir de una opción de amor por Jesucristo, afirmada y sentida con “Pedro” y como “Pedro”: el de ayer –el de la primera y normativa hora de la Iglesia naciente– y el de hoy. En Roma, junto al Papa, le diremos a Jesús: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Jn 21,15-17).
Segundo: Que nuestro anuncio de Jesucristo nace, vive y se ofrece desde la comunión de la Iglesia, cuyo fundamento es Pedro: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 18-19). Siempre se han dado en la historia de la Iglesia situaciones, casos y personas que han mantenido la pretensión de poder conocer la verdad de Cristo y de vivirla al margen y/o en contra de la Profesión de Fe de Pedro y de los Doce, presente y operante siempre en la Iglesia por y en sus Sucesores. El resultado ha sido indefectiblemente el mismo, y lo es hoy y lo será siempre: el apartamiento del mismo Cristo y la pérdida del sentido de su Gracia y de su Ley de Vida y, por supuesto, la ruptura de los vínculos de la comunión y del amor fraterno y el escándalo de los débiles. La “Misión Joven” quiere sentir con la Iglesia, con sus Pastores, y, de una manera singular y decisiva, con el Sucesor de Pedro. ¡Nada nos separará del amor de Cristo en la doctrina y en la vida, porque nada ni nadie nos separará de la comunión de la Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro, de esa comunión de la cual él tiene “las llaves”!
Vamos, como peregrinos a Roma, confiando totalmente en el cuidado maternal de la Virgen, Nuestra Madre y Señora de La Almudena, la que reunió a los discípulos con los Doce y con Pedro el día de la efusión del Espíritu sobre la primera Iglesia, en Pentecostés; vamos a dar testimonio en presencia del Sucesor de Pedro, del Papa, de nuestro Santo Padre Benedicto XVI y expresado en comunión gozosa con él, de que nuestra confesión de fe en Jesucristo es la suya y de que nuestro Sí a la llamada y a la vocación misionera entre los jóvenes de Madrid de comienzos del III Milenio lo vivimos y se lo ofrecemos plenamente conscientes de que él es el Vicario de Cristo en la Tierra, el primer Misionero y el Pastor de la Iglesia Universal
Sí, queremos ser testigos de Jesucristo ¡“sus Testigos”!, como nos lo pedía el querido e inolvidable Juan Pablo II en la vigilia mariana de “Cuatro Vientos” en la noche del 3 de mayo del 2003.
Con todo afecto y mi bendición,