Carta en el día de la Iglesia Diocesana Madrid

«Tú eres testigo de la fe de tu Iglesia. ¡Participa!»

16 de noviembre de 2008

Queridos diocesanos:

Tertuliano decía que un cristiano solo no es un cristiano. La fe cristiana nace, se desarrolla y vive plenamente en la comunión de toda la Iglesia. Por eso dice San Pablo que los cristianos somos miembros del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo es uno, los miembros muchos. Y nadie puede vivir fuera de ese Cuerpo, cuya cabeza es Cristo.

El día de la Iglesia Diocesana quiere fomentar en todos los cristianos de Madrid este sentido de comunión, de modo que participemos en la vida de la Iglesia con alegría y generosidad porque de ella depende, en definitiva, nuestra vida. El lema de este año dice: Tú eres testigo de la fe de tu Iglesia. ¡Participa! El testimonio y la participación van muy unidos. Ser testigo exige vivir la verdad de lo que se testifica. En el caso de la Iglesia, vivir la comunión en la que estamos inmersos: creer en las verdades de la fe, proclamarlas sin vergüenza, comunicar la vida que hemos recibido en el bautismo. Un testigo que no participara en la vida de su Iglesia, no sería tal. No podría dar auténtico y creíble testimonio. Por el contrario, quien vive de verdad unido a la Iglesia, no puede callar, habla de lo que vive diariamente: ¿Y qué vive?

Vive la liturgia en templos donde se celebra la fe. Vive la caridad, en lugares donde se acoge a los pobres y necesitados o comunicando sus bienes a los demás. Vive la catequesis y la enseñanza de la fe acogiendo a los que buscan conocer a Cristo y su Verdad. Vive la misión de la Iglesia, que se realiza en tantos y diversos lugares del mundo, y en nuestra propia ciudad. Vive los problemas de los hombres, especialmente de aquellos que pasan necesidad: emigrantes y parados; enfermos y ancianos abandonados; familias con problemas; personas en paro, y tantos otros cuyas necesidades no se atreven a manifestar por estar aislados en su propio dolor. La Iglesia nos invita a vivir la comunión en la fe, que es comunión en la vida. Y cuando solicitamos la ayuda espiritual y económica para paliar tantas necesidades lo hacemos no por propio interés, sino por interés de los demás, a quienes queremos servir dando testimonio del amor de Cristo.

Os invito, pues, a ser testigos de vuestra fe de manera que el testimonio, convertido en obras de caridad y justicia, atraiga a los hombres de nuestro tiempo y descubran que la Iglesia es su propia casa, donde todos pueden participar del bien de los demás.

Con mi afecto y bendición,