Mis queridos hermanos y amigos:
El domingo pasado concluía la XXVI JMJ-2011 en Madrid con la solemnísima celebración de la Eucaristía en ese inmenso templo de la Gloria del Señor, en el que se había convertido la enorme explanada de “Cuatro Vientos” preparada al efecto. Se sucederían por la tarde la entrañable y entusiasta despedida del Santo Padre de “los Voluntarios” de la Jornada en el IFEMA y la ceremonia oficial en el Aeropuerto de Barajas, a la que prestó un acento de noble y cálida cordialidad la presencia de Sus Majestades los Reyes de España. Una nutrida representación de fieles de la Archidiócesis se encontraba allí para el último adiós de los madrileños al Papa.
Un hermoso y fino colofón de una extraordinaria y gozosa semana de desbordante gracia y bendición para los jóvenes venidos a Madrid de todos los rincones de la tierra y, muy señaladamente, para los jóvenes de Madrid y de España. La JMJ-2011 de Madrid no dejó insensible a nadie. La cercanía paternal, la entrega del Papa -extenuante para otros, no para él-, su palabra de Padre y Pastor de la Iglesia Universal conmovieron el alma y el corazón de ese incontable multitud de los jóvenes de la Iglesia, por él convocada; y “el sí” de su respuesta ¡”sí” firme en la fe! resonó vibrante y contagioso en medio de una sociedad que seguía y contemplaba con admiración y gratitud no disimulada lo que estaba sucediendo en Madrid. Una juventud plural en sus orígenes y perfiles humanos, sociológicos y culturales, se mostraba con una tal unidad de experiencia en la búsqueda de la verdad de Cristo, de la esperanza en Él y del amor a Él, que rompía cualquier visión convencional de lo que son y de cómo conviven y proyectan sus vidas los jóvenes de hoy. ¿Una juventud nueva? ¿Fresca y limpia de corazón, generosa y sacrificada por el bien de sus hermanos? ¿Con altura de miras, evangélica, humana y divina, al enfocar su presente y su futuro? ¡Sí! ¡Rotundamente sí!
Es la hora de acción de gracias al Padre, dador de todo bien; a Cristo, “el amigo, el hermano, el Señor”, a quien cantaban con fervor los jóvenes de la JMJ-2011; al Espíritu Santo, que infundió sus dones con copiosa abundancia en sus corazones. Es también la hora inaplazable de la sentida y sincera gratitud para con todos aquellos que en la Iglesia y en la sociedad madrileña con su desprendimiento, su ayuda y su colaboración desinteresadas y esforzadas −hasta límites que rayan en lo heroico− fueron los instrumentos providenciales para que el río desbordante de la gracia fluyese por todo el acontecer de la JMJ-2011, impregnándole de vigor espiritual y de testimonio del amor de Jesucristo.
¡Gracias para toda la Comunidad Diocesana! Gracias a los Sres. Obispos Auxiliares y a todo el Presbiterio Diocesano, especialmente a los Sres. Vicarios Episcopales, a “la Deleju” y a las Delegaciones Episcopales implicadas. Gracias, muy de corazón, a los Párrocos, a sus Vicarios Parroquiales y sacerdotes adscritos, a sus colaboradores y a sus comunidades parroquiales, que han ofrecido a esa inconmensurable riada de peregrinos cobijo y casa fraterna. En Madrid, les han hecho sentirse en familia: en la familia de los hijos de Dios que es la Iglesia. Los “CECAPS” han ejercido una función insustituible e impagable para que la acogida de los jóvenes y de sus Pastores, desde el primer momento de la llegada, resultase cercana, efectiva y cariñosa. Decisiva fue también al respecto su contribución, bien conectada con el equipo organizador, al logro litúrgico, pastoral y festivo de los encuentros con los Obispos Catequistas y los numerosos grupos juveniles que participaron en las catequesis a todo lo ancho y largo de la geografía diocesana. El Seminario, la Universidad de San Dámaso, el Cabildo metropolitano y todas las instituciones diocesanas se mantuvieron siempre dispuestas y diligentes en ayudar en lo que fuere preciso. El servicio prestado a los Sres. Obispos y Cardenales, fue modélico. Las familias que han acogido en sus casas a tantos miles de peregrinos merecen nuestra más efusiva y sincera gratitud.
¡Gracias muy sentidas, sobre todo, al Comité de Organización Local, cariñosamente conocido como COL! Gracias al Coordinador General de la Jornada, Monseñor D. César A. Franco, al Director Ejecutivo, al Secretario General, a los dieciséis responsables de área, a la Directora del programa cultural, al responsable de la Sede de Cuatro Vientos y a los de las otras Sedes, inseparables de sus excelentes, entregados y entusiastas equipos de colaboradores. Sin “el COL”, humanamente hablando, no habría habido JMJ-2011 en Madrid. Y, naturalmente, tampoco habría sido posible sin “los Voluntarios”, infatigables en su disponibilidad para el servicio fraterno a los jóvenes peregrinos; siempre animosos e irradiando alegría.
Mi reconocimiento se extiende, agradecido, a las dos Diócesis hermanas de Getafe y Alcalá de Henares. La relación y la colaboración entre nosotros fue fluida, generosa y fecunda en todo lo que implicaba la preparación y la realización de un acontecimiento pastoral de tanta importancia y de tan excepcionales dimensiones para la Provincia Eclesiástica de Madrid. Lo mismo ha sucedido con la Conferencia Episcopal Española y los Sres. Obispos de España con sus equipos diocesanos de pastoral juvenil. Apoyaron incondicionalmente el proyecto de la JMJ 2011 en Madrid y su puesta en práctica en sus respectivas Diócesis.
Es también la hora de expresar nuestro sincero y cordial agradecimiento a todas aquellas personas e instituciones de la sociedad y del Estado que nos han facilitado e, incluso, posibilitado el atender con eficacia ejemplar a aquellos aspectos técnicos y jurídicos esenciales para una digna celebración de nuestra Jornada Mundial de Madrid 2011. Gracias, muy sentidas, al Gobierno de la Nación, al Gobierno de la Comunidad de Madrid, al Ayuntamiento de Madrid, a la práctica totalidad de los Ayuntamientos situados en territorio madrileño; y a sus respectivas autoridades. Nuestra gratitud va también para las numerosas entidades empresariales, sindicales y ciudadanas de todo tipo, que nos han asistido con su imprescindible y pronta colaboración. Los trabajadores y funcionarios de los servicios públicos y privados, siempre amables y atentos con los jóvenes peregrinos, son acreedores del testimonio expreso de nuestro agradecimiento. Somos también deudores, de un modo muy especial, de la “Fundación Madrid Vivo”. Desde los primeros pasos en el proceso de preparación de la JMJ 2011 se constituyó en un órgano activo y eficaz de información y aglutinación de la sociedad madrileña y de sus instituciones. Y agradecemos, sobre todo, al buen y caballeroso pueblo de Madrid la cordialidad y el espíritu acogedor y abierto con el que ha recibido y tratado a los jóvenes peregrinos y, muy especialmente, las muestras de veneración, cariño y respeto cordial y jubiloso que han tributado al Santo Padre.
La Jornada Mundial de la Juventud 2011 de Madrid ha tenido alma. Ha constituido un indudable e innegable acontecimiento espiritual.
El Espíritu Santo ha sido su protagonista interior, con sus dones, que inundan y riegan el espíritu y los corazones de los hijos e hijas de la Iglesia y de todo hombre que ansía conocer la verdad de Cristo, por Cristo y en Cristo. Su cauce imprescindible: la oración suplicante y amorosa de las almas de vida contemplativa que han ofrecido sus vidas en oblación por los frutos de la JMJ-2011 de Madrid. Ellas y, muy singularmente, las comunidades femeninas de vida contemplativa han sostenido y alimentado espiritualmente, sin descanso, la disponibilidad viva y gozosa de todos los responsables y colaboradores de una acción pastoral y misionera de tanta trascendencia para la Iglesia Universal como ha sido la JMJ-2011 de Madrid. Las monjas contemplativas, con su amor esponsal a Jesucristo el Señor, fueron los principales e irrenunciables instrumentos de ese protagonismo oculto del Espíritu Santo, enormemente decisivo para el verdadero éxito de la Jornada Mundial de Madrid: el éxito de la gracia y de la santidad.
Como síntesis y expresión visible última de nuestros sentimientos de gratitud para con el Señor, nuestra mirada agradecida se dirige a nuestro Santo Padre Benedicto XVI. El convocó la Jornada para el 2011 en Madrid; acompañó con su cercano seguimiento personal y pastoral todo el proceso de su preparación; la presidió con un estilo incomparable e inolvidable de Pastor de la Iglesia Universal, en el que se transparentaba la presencia invisible del Buen Pastor, Jesucristo, con una cálida y entrañable luminosidad; que tocaba de emoción honda y transformadora de vida a los jóvenes reunidos en Madrid, venidos de todo el mundo, con sus palabras y con su ejemplo; que les anunciaba, enseñaba y proponía aquello que justamente ansiaban: a Jesucristo, raíz y fundamento para sus vidas. Su fe se hacía más fuerte y firme, su esperanza más cierta, más alegre y contagiosa, su amor a Dios y a los hermanos, más desinteresado y auténtico. La entrega del Papa a los jóvenes fue total ¡extenuante! y la respuesta de los jóvenes al Papa, conmovedora. Nos faltan las palabras para expresar a nuestro querido Santo Padre Benedicto XVI toda la hondura y afecto de nuestra gratitud.
Una nueva etapa en el camino de la Iglesia ha quedado abierta en el ir al encuentro de los jóvenes para ofrecerles la presencia salvadora de Cristo. La Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, Ntra. Sra. de La Almudena, está a nuestro lado en estos difíciles tiempos nuevos −¡los nuestros!− al emprender la andadura de la nueva Evangelización; sin desviarnos ni desalentarnos. A Ella y a los Santos Patronos de la JMJ-2011, a su valimiento e intercesión, confiamos los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud 2011 de Madrid. La memoria del Beato Juan Pablo II nos estimula poderosamente a ello.
Y, para terminar, permitidme recordar las palabras finales de nuestro Santo Padre al despedirse de España en el Aeropuerto de Barajas, dirigiéndose a Su Majestad el Rey: “…antes de volver a Roma, quisiera asegurar a los españoles que los tengo muy presentes en mi oración, rezando especialmente por los matrimonios y las familias que afrontan dificultades de diversa naturaleza, por los necesitados y enfermos, por los mayores y los niños, y también por los que no encuentran trabajo. Rezo igualmente por los jóvenes de España. Estoy convencido de que, animados por la fe en Cristo, aportarán lo mejor de sí mismos, para que este gran País afronte los desafíos de la hora presente y continúe avanzando por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia y la libertad. Con estos deseos, confío a todos los hijos de esta noble tierra a la intercesión de la Virgen María, nuestra Madre del Cielo, y los bendigo con afecto. Que la alegría del Señor colme siempre vuestros corazones. Muchas gracias.”
¡Muchas gracias, Santo Padre! ¡Gracias de corazón!
Con todo afecto y con mi bendición,