Domingo 23 de octubre
“Así os envío yo”
Mis queridos diocesanos:
Tenemos aún muy viva la memoria de la Eucaristía en Cuatro Vientos, junto al Papa Benedicto XVI, el pasado 21 de agosto. Con aquella celebración se concluía la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, que anhelábamos con verdadera esperanza y que preparamos en nuestra diócesis con tanto esfuerzo y entrega, como entusiasmo y alegría. Pero lo sucedido en la JMJ ha superado con creces todas las expectativas, el Señor ha derramado su gracia a raudales, como una inmensa “cascada de luz”, en expresión del mismo Santo Padre en su primera Audiencia general tras su regreso a Castelgandolfo, de tal modo que no podemos menos que, inundados de ella, iluminar al mundo, “hasta los confines de la tierra”. A eso, exactamente, nos envía el Señor, y lo hace como Él fue enviado por el Padre, tal y como reza el lema de este DOMUND 2011. El mismo Benedicto XVI lo proclamó en Cuatro Vientos: “Querido jóvenes, no se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación (Mc 16, 15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en su corazón la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios”.
A esa Misa con la que concluye la JMJ se la llama también “Misa del Envío”. Es la celebración con la que el Papa quiere que los jóvenes sientan el ánimo y la compañía de la Iglesia en la apasionante tarea de llevar el Evangelio, de llevar a Cristo a sus compañeros, familiares y amigos. Porque, como recuerda el mismo Benedicto XVI en su Mensaje para el DOMUND 2011, “todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús” y no han dejado de hacer los discípulos de todos los tiempos, pues “la Iglesia existe para evangelizar”, ésa es su vocación propia; “su identidad más profunda”, en efecto, es ser misionera. Por eso, la Jornada Mundial de las Misiones tiene un relieve tan especial para toda la Iglesia y, de modo particular, para los jóvenes. A los que habéis participado en la JMJ del pasado agosto os reavivará, sin duda, la llamada del Papa en el rezo del Ángelus al final de la Misa de Cuatro Vientos: “Os invito a que deis un audaz testimonio de vida cristiana ante los demás. Así seréis fermento de nuevos cristianos y haréis que la Iglesia despunte con pujanza en el corazón de muchos”. ¡Reavivémosla todos, en nuestra Iglesia diocesana de Madrid!
El DOMUND debe ser, para todos nosotros, una llamada de atención, para que, en nuestro mundo, tan deshumanizado porque se empeña en vivir sin Dios, la luz de Cristo ilumine la vida entera de nuestros hermanos los hombres. La tarea misionera “no ha perdido su urgencia. Al contrario”, dice Benedicto XVI en su Mensaje: “No podemos quedarnos tranquilos al pensar que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su mensaje de salvación”. Es esta urgencia lo que ha motivado a tantos misioneros a dejar casa, familia y seguridades para llevar a los países más lejanos la verdad de la fe, y en esta Jornada Mundial de las Misiones tenemos muy presentes a tantos misioneros de la diócesis de Madrid esparcidos por los cinco continentes. Ellos fueron enviados. No marcharon buscando una aventura apasionante que vivir y luego contar. Partieron convencidos de que seguían la voz de Dios y con la confianza de que era la Iglesia quien los enviaba en nombre de Jesús, como recuerda el lema de la Jornada de este año: “Así os envío yo”. Son las palabras de Jesús, “enviado del Padre”, que recoge el evangelio de San Juan (20, 21), dirigidas a los apóstoles y que siguen vivas y apremiantes para los misioneros de hoy. Subrayan que la vocación viene de Dios, que es Él quien envía, a través de la Iglesia, a realizar una tarea apasionante, sí, pero imposible por las solas fuerzas humanas, porque es sobrenatural, divina. Y nada necesitan tanto los hombres como a Dios.
Al igual que los apóstoles, hoy son nuestros misioneros quienes, en nombre de Cristo, llevan el Evangelio a todos los hombres. Para ellos es el mayor respaldo y aliento saberse enviados por la Iglesia diocesana, ¡no están solos! Su labor no nace de un capricho o de una corazonada, por noble o generosa que sea. Es la Iglesia quien se implica en su trabajo y les motiva cada día para seguir sembrando el amor de Dios por el mundo entero. Y también a nosotros, los que nos quedamos en nuestros hogares, en nuestras ciudades y pueblos, nos ayuda saber que los misioneros son enviados por Cristo, y así sentimos la responsabilidad de apoyarles y de acompañarles, como parte que son del mismo Cuerpo de Cristo que somos la Iglesia. Ayudarles significa rezar por ellos y sus obras de apostolado, tenerles presentes en nuestras peticiones diarias al Señor y en la Eucaristía del domingo. Y acompañarles es también aportar con generosidad y desprendimiento la limosna, no sólo de lo que nos sobra, sino “lo que tenemos para vivir”, como la viuda del Evangelio alabada por Jesús, que los ayude en las situaciones de dificultad y de penuria que en tantos países y regiones tienen que soportar. La diócesis de Madrid es generosa no sólo en la entrega de sus gentes a la tarea de la misión universal. Lo es también en su aportación económica que presenta al Santo Padre tras la celebración del DOMUND para la ayuda de los misioneros. Sin embargo, en estos momentos de verdaderas dificultades económicas en nuestras familias, hemos de pensar que muchos de ellos las tienen aún mayores hasta para lo más elemental, todos los días, todos los meses y todos los años. Nuestra ayuda es muy importante para ellos y para mantener la difusión del Evangelio. El Papa, que es quien aprueba el reparto de lo recaudado en todo el mundo con motivo de esta Jornada, conoce bien las dificultades que los misioneros pasan y cuenta con nuestra aportación para poder ayudarlos.
En este Día Mundial de las Misiones, no podemos olvidar tampoco la necesidad de anunciar el Evangelio aquí mismo, en nuestra diócesis, en nuestras ciudades y pueblos, hasta en nuestras propias casas. Es bien significativo que el Papa Benedicto XVI haya creado un nuevo dicasterio específicamente dedicado a la evangelización en los países de antigua tradición cristiana, especialmente en la vieja Europa: el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, y su necesidad la subraya el Santo Padre en su Mensaje para el DOMUND 2011. Tras resaltar la necesidad de llevar el Evangelio a pueblos que “después de dos mil años” aún no conocen a Cristo, añade: “No sólo eso; es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe”. En este Domingo de las Misiones por excelencia, no podemos olvidarlo, ciertamente: no podemos olvidar que todos, y en todo tiempo y lugar, somos misioneros.
No quiero terminar esta Carta sin animar a los jóvenes que vivieron intensamente la pasada JMJ de Madrid a que se planteen como posibilidad real la vocación misionera, a que abran sus oídos y su corazón a Cristo. Y os lo digo con las palabras de Benedicto XVI al final de la homilía de inicio de su pontificado: “¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo”. Dios cuenta con la entrega de los jóvenes para poder continuar la tarea evangelizadora en el mundo entero. La Iglesia os necesita.
Termino poniendo tantos buenos propósitos y tantas ilusiones que brotaron en el aeródromo de Cuatro Vientos en manos de la Madre de Dios y Madre nuestra, Nuestra Señora de la Almudena. Que ella, Reina de los Apóstoles y de las Misiones, cuide de nuestros misioneros y ayude a que el pueblo cristiano de Madrid no pierda nunca el espíritu apostólico y misionero, al tiempo que os envío a todos mi saludo cordial y mi bendición,