Domingo 20 de mayo de 2012
“¡Sé laico misionero!”
Mis queridos diocesanos:
Dentro de pocos días celebraremos la solemnidad de la Ascensión del Señor, la fiesta del final del tiempo de Cristo resucitado antes de volver a la derecha del Padre en el cielo, llevando consigo nuestra humanidad, para sentarnos también a nosotros “en el cielo con Él”, como nos dice San Pablo (cf. Ef 2, 6), y desde esa unión con el Cielo llevar a cabo su mandato de ir a toda la tierra para “proclamar el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15). No hay mejor fiesta que ésta de la Ascensión del Señor, sin duda, para recordar a nuestros misioneros madrileños, enviados como los primeros apóstoles hasta los confines de la tierra. Ojalá tengan ellos, y toda nuestra comunidad diocesana de Madrid, la misma experiencia de los primeros discípulos en aquella mañana en la que el Señor se eleva sobre todos ellos y los bendice, con la promesa de que les enviará el Espíritu Santo.
“Os conviene que yo me vaya”, les había dicho Jesús en la Última Cena, indicación que les dejaría perplejos, pero el mismo Jesús les explicó: “Porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7). Sentado con nuestra humanidad a la derecha del Padre, ya puede enviarnos al Espíritu Santo, y ya los apóstoles, y todos los misioneros, podrán llevar a cabo la misión. Hasta el día de la Ascensión, los discípulos habían acompañado al Maestro, habían oído su predicación, habían visto sus milagros, habían aprendido a orar y a dirigirse al Padre; pero ahora son ellos los que han de tomar las riendas de la Iglesia, predicar la Palabra de Dios, anunciar la salvación, llevar a todos el milagro del perdón de Dios, enseñar a vivir la fe en las más diversas circunstancias de la vida de aquellos a los que son enviados.
También hoy, en el siglo XXI, todos hemos de asumir, con el gozo y la fuerza del Espíritu Santo, el desafío de ser transmisores de la fe en Cristo en todo el mundo. Los obispos, como el Buen Pastor, deben guiar al pueblo de Dios por sendas de fe y de esperanza, con la colaboración de los sacerdotes que, por vocación divina, administran los sacramentos y predican la Palabra de Dios; de los consagrados en la vida religiosa que, con su vida de perfección evangélica, son un verdadero testimonio de lo que realmente es importante en este mundo; y también de los seglares, llamados a llevar a Cristo en medio del mundo, a través de la familia, del trabajo, de la acción en la vida pública… ¡Todos somos importantes en la misión que el Señor encomienda a su Iglesia! Es la misión de todos los cristianos, pero de modo especialísimo de los que son llamados, en el sentido más estricto, “misioneros”, tanto sacerdotes y religiosos y religiosas, como laicos e incluso familias enteras, al ser enviados a la misión “ad gentes”, a lugares lejanos, y en no pocos casos adonde la persecución a los cristianos arrecia. Por eso, en esta Jornada de los Misioneros Madrileños, los recordamos con admiración y gratitud, y sobre todo los apoyamos con nuestra oración y todas las ayudas posibles, para que vivan la misión, como los primeros discípulos, con la gracia del Espíritu Santo, que es su fuerza, su paz y su alegría.
Siguiendo el sentir del Papa Benedicto XVI, y con él toda la Iglesia, de llevar adelante con fuerza renovada la Nueva Evangelización, en este año del Sínodo que tendrá lugar en Roma con este fin, y habiendo sido constituido el nuevo Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, nuestros misioneros adquieren sin duda un protagonismo especial, y son un poderoso reclamo para que toda la comunidad diocesana de Madrid se sienta y actúe como verdadera comunidad misionera. Además, la Jornada Mundial de la Juventud del pasado verano en Madrid ha sido una gracia inmensa, y sin duda ha dado una viveza extraordinaria al espíritu misionero, que abraza a toda la Humanidad, y no sólo en los jóvenes, sino en la Iglesia entera. Abriendo nuestra mirada y nuestro corazón allí adonde están nuestros misioneros, repartidos por los cinco continentes, queremos este año hacer especial referencia a los seglares, para tener bien presente que la llamada de la misión es para todos los cristianos sin excepción, de ahí el lema elegido para esta Jornada: “¡Sé laico misionero!” De nuestra diócesis han salido a tierras de misión 272 seglares, el mayor número de ellos a Iberoamérica, y hay que destacar que la presencia misionera de la diócesis de Madrid en Oceanía se da gracias a los 12 laicos que hacia allí partieron un día. Y son 272 seglares sin contar con los hijos de los matrimonios que partieron a la misión “ad gentes”, y que en algunos sitios, sobre todo en Asia, esta misión se realiza principalmente a través de ellos. ¡Es todo una bendición también para nosotros!
En esta Jornada de nuestros misioneros, la Iglesia en Madrid no puede olvidarse de ellos, de orar insistentemente al Señor por ellos, y en este año especialmente por los seglares, por las familias en misión. Dando gracias a Dios por su generosidad y por su trabajo escondido y siempre tan exigente. Ojalá Madrid no deje nunca de enviar nuevos misioneros a tantos lugares adonde el Evangelio de Cristo no ha llegado aún. Así se lo pido, y a todos os invito a pedírselo, a la Madre de Dios, Nuestra Señora la Real de la Almudena, nuestra Patrona. Que ella, Estrella de la Nueva Evangelización, ilumine con su ejemplo y con su intercesión la vida de nuestros misioneros, y de toda nuestra comunidad diocesana, en su peregrinar por este mundo que está sediento de Dios. De un Dios, precisamente, sediento de darnos vida a los hombres, y vida en plenitud. Por eso, nada más vital e indispensable que la misión, para Dios y la Iglesia, y para la Humanidad entera.
Con mi afecto y bendición para todos.