Beatísimo Padre:
Al cumplirse el primer aniversario del gran acontecimiento de gracia que fue la Jornada Mundial de la Juventud, en nombre propio, en el de mis obispos auxiliares y en el de toda la diócesis, me complace agradecerle una vez más el haber escogido la sede de Madrid para este encuentro mundial de jóvenes, que puede ser comparado con una generosa siembra del evangelio en el corazón de los dos millones de jóvenes que participaron.
En aquellos días del 18 al 22 de Agosto, Vuestra Santidad, como Vicario de Cristo, fue el encargado de sembrar la verdad evangélica en el corazón de los jóvenes que secundaron la llamada de Cristo para vivir la gracia del encuentro con él en la comunión de la Iglesia. Nunca olvidaremos, Santo Padre, vuestra dedicación y entrega al servicio del Evangelio, y vuestra afabilidad y cercanía haciéndose todo con todos, como diría san Pablo, para hacer de cada uno de los jóvenes, un amigo del Señor, arraigado y edificado en él mediante la firmeza de la fe.
Por todo ello, Santo Padre, le damos infinitas gracias. Y en estos días, de modo especial, haremos más viva aún Vuestra Persona en medio de nosotros y daremos gracias al Señor porque en el Vicario de Cristo nos ha dejado la certeza de la permanencia y estabilidad de la Iglesia que camina en este mundo hacia el encuentro definitivo con el Señor. Cuente, Santidad, con nuestra oración por vuestro ministerio de Sucesor de Pedro, con nuestro afecto entrañable y sincero y con nuestra fidelidad a quien nos preside en la Caridad.
De Vuestra Santidad devotísimo hijo