Los Medios de Comunicación al servicio de la autentica paz

XXVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Mis queridos hermanos y amigos:

La importancia pastoral de la Jornada Mundial de los Medios de Comunicación para la Iglesia y la sociedad, sobre todo considerada y vista en la perspectiva del Mensaje del Santo Padre para la misma -«los Medios de Comunicación Social al servicio de la auténtica paz»- ha cobrado en España este año un acento de dramática y acuciante actualidad con el atentado cometido por ETA anteayer en la localidad navarra de Sangüesa en el que han sido asesinados dos policías nacionales, otro gravísimamente herido, más un trabajador de Telefónica que sufre también lesiones graves.
La colocación de esta Jornada en el día de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, hace ya treinta y siete años, indica a toda la comunidad eclesial donde se encuentra uno de los campos de la misión y evangelización más decisivos para la sociedad y cultura de nuestro tiempo. Cuando el Señor, antes de su Ascensión al Cielo, se despide de los suyos, les deja el mandato del anuncio universal del Evangelio y del Bautismo de todas las gentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ordenándoles que retornen a Jerusalén para aguardar la venida del Espíritu que les había prometido. No les impone otras condiciones. Los medios humanos para la evangelización quedan abiertos a la luz y al impulso amoroso del Espíritu y a la discreción apostólica de la Iglesia. El futuro los irá desvelando a tenor de «los signos de los tiempos», propios de cada época. La nuestra, inmersa en un sistema global de comunicación entre las personas y los pueblos, o será evangelizada recurriendo eficazmente a los instrumentos de esa comunicación universal -los escritos, los audiovisuales, los electrónicos, internet, etc.- o no será evangelizada, al menos con la efectividad cultural y la hondura existencial precisas.
Por ejemplo, ateniéndonos al tenor del Mensaje de este año, resultará extremadamente difícil llevar a todos los miembros y realidades institucionales, que articulan las sociedades y los pueblos, la verdad y la vida del Evangelio de la Paz, si los medios de comunicación social prescinden de la verdad, de la justicia, del amor y de la libertad a la hora de proporcionar la información sobre los acontecimientos y protagonistas de la actualidad y, muy especialmente, cuando tratan de valorar e interpretar «la noticia» o «el suceso» del acontecer particular o general que constituye la materia informativa. El evangelio de Jesucristo, Crucificado y Glorificado por la salvación del mundo, la Buena Noticia de la justicia misericordiosa, del amor gratuito y de la gracia que perdona y sana toda herida del corazón del hombre, sólo es participable a través de los medios de comunicación social si los periodistas y los comunicadores están dispuestos y saben trasmitir convicciones, sentimientos, actitudes y compromisos impregnados de la verdad y de la misericordia de Cristo Jesús, el Salvador del hombre, con el vigor y la fuerza interior inspirada por su Espíritu.
Todo un reto ético y espiritual para los profesionales de la comunicación, especialmente grave y exigente para aquellos que intentan ejercer su profesión cristianamente, en la forma de una verdadera y actualísima vocación del seglar llamado al compromiso de la evangelización. Un reto que demanda no pocas veces el comportamiento heroico de los testigos cristianos: del mártir de la fe y de la verdad de Dios y del hombre. ¡Cuán frecuentemente ocurre eso en la España de hoy, cuando se trata de anunciar y proponer con obras y palabras el Evangelio de la Paz contra toda violencia terrorista y toda lesión de los derechos a la vida del ser humano y de los demás derechos fundamentales de la persona humana a la libertad, a la participación y a la solidaridad social! Para salir victoriosos en esa apuesta por el Evangelio, por el que se proclama y siembra la Paz de Dios en el corazón del hombre y de los pueblos en España y en Europa, -¡en el mundo entero!- resulta imprescindible un retorno, en unos casos, y una profundización, en otros de la vida interior, a la que invitaba el Papa al dirigirse a los jóvenes de España en «Cuatro Vientos». Decía Juan Pablo II: «El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma… Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad». Ese drama moderno de una cultura sin dimensión contemplativa, que se expresa y vive con plenitud en el encuentro con Jesucristo, sólo es superable en su raíz si se entra decididamente por los senderos de una auténtica espiritualidad cristiana. El proponérselo y perseguirlo con firmeza y perseverancia constituye para los profesionales cristianos de la comunicación una cuestión de vida o muerte.
A eso nos convoca el Papa a todos, con expresiones de especial afecto a los jóvenes católicos, y con indudable y obvia aplicación a los periodistas; animándonos a acudir a «la Escuela de la Virgen María» para que se logre esa relación íntima, personal y salvadora, con el Señor. En la medida en que avancemos por ese camino, se hará realidad cumplida, cada vez más al alcance de nuestras manos, el primer saludo que nos dirigía el Santo Padre en el Aeropuerto de Barajas al tocar tierra española el pasado tres de mayo: ¡LA PAZ ESTE CONTIGO, ESPAÑA! ¡ESPAÑA TIERRA DE MARIA!

Con todo afecto y mi bendición,

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