La Fiesta del Apóstol Santiago, patrono de España

¿Ocasión para la esperanza o para la decepción en el año 2003?

Mis queridos hermanos y amigos:

De nuevo nos disponemos a celebrar la Fiesta de Santiago Apóstol, Patrono de España, en el presente año 2003 sin el reconocimiento estatal de día no laborable tanto en el conjunto del territorio nacional como en la Comunidad de Madrid. Es todo un síntoma de la falta de sensibilidad social, cultural y política para saber detectar y valorar debidamente el significado histórico de Santiago y de la tradición jacobea en la edificación de España y de Europa; pero supone también un vivo acicate para la conciencia de los católicos españoles, llamados a actualizar las raíces cristianas de su pueblo por el camino de una nueva Evangelización.
El Papa ha apelado en todas las intervenciones de los actos de su última e inolvidable Visita Apostólica con llamativa insistencia a las raíces católicas de España como un “rico legado cultural e histórico” y “una herencia espiritual que debe ser capaz de dinamizar nuestra vitalidad cristiana” hacia dentro de nuestra propia patria y en nuestra proyección europea actual. España, según Juan Pablo II, debería aportar a Europa, a la construcción de su futuro, a la integración europea, la jugosa savia espiritual de la riqueza cultural, ética y social de su tradición católica. En la Vigilia de Oración con los jóvenes en el Aeródromo de Cuatro Vientos lo expresará con particular intensidad al invitarles a seguir las enseñanzas de María, no separando nunca “la acción de la contemplación”, y a contribuir así “a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva Europa del espíritu. Una Europa fiel a sus raíces cristianas”, abierta a los demás pueblos, dispuesta a ser agente activo de una cultura mundial puesta al servicio de la dignidad del hombre, de la paz y de la solidaridad entre todos los pueblos de la tierra. Ya en Santiago de Compostela en su famoso discurso del día 9 de noviembre del año 1982 del acto europeísta de la Catedral había evocado como uno de los rasgos más característicos del devenir histórico de Europa el talante y la práctica de la peregrinación cristiana: “Europa entera se ha encontrado a sí misma alrededor de la “memoria” de Santiago, en los mismos siglos en los que ella se edificaba como continente homogéneo y unido espiritualmente. Por ello, el mismo Goethe insistirá que la conciencia de Europa ha nacido peregrinando”.
Los jóvenes sintonizaron con Juan Pablo II inmediatamente, en el propio “Cuatro Vientos”. En medio de aquella inmensa asamblea juvenil, orante y clamorosa a la vez, que se había reunido convocada por el Papa para contemplar los Misterios del Santo Rosario, junto con él y los Obispos de sus diócesis de origen, resonó el sí de la juventud nueva de la España del tercer milenio como una afirmación plena de su vocación cristiana, del querer ser testigos del Evangelio, recibido de Santiago Apóstol, con el mismo ardor apostólico con que lo vivieron los mejores de sus antepasados a lo largo de los siglos: los Santos de la España de todos los tiempos y, de un modo muy singular, sus Santos del siglo XX; entre ellos, los cinco nuevos que iban a ser canonizados al día siguiente en la Plaza de Colón. Allí, en aquella mañana radiante de la Eucaristía presidida por el Sucesor de Pedro, sería luego toda la comunidad católica de España la que se comprometía delante del Papa a mantener viva y apostólicamente fecunda la Fe en Jesucristo Resucitado, Nuestro Señor y Salvador, ante los graves retos que la crisis religiosa y humana de las sociedades europeas, incluyendo la española, presenta a los cristianos en esta decisiva y crucial hora histórica de la integración de Europa.
¿Cómo no dar cabida en nuestras expectativas de futuro, en vísperas de la gran Solemnidad del Apóstol Santiago, nuestro Patrono, a la esperanza de una nueva primavera cristiana para Europa? Juan Pablo II acaba de hacer pública su Exhortación Apostólica Postsinodal sobre “La Iglesia en Europa” fruto de un Sínodo especial de los Obispos Europeos, celebrado en el umbral del Gran Jubileo del Año 2000, centrado en hacer ver cómo solamente a través de Jesucristo, viviente y viviendo en su Iglesia, se consigue hacer brotar la fuente de la esperanza en el corazón de los pueblos del viejo continente europeo. Los católicos de España, en especial sus jóvenes generaciones, han dado muestras convincentes de que van a asumir sin vacilaciones, con nuevo entusiasmo y gozo, el anuncio, la celebración y el servicio del Evangelio de la Esperanza. Los que se proclamaban a sí mismos “la juventud del Papa”, han aceptado públicamente su condición de centinelas y protagonistas de un nuevo amanecer europeo: de un futuro netamente cristiano, y, por ello, más justo, solidario y plenamente humano para toda Europa desde el Atlántico hasta los Urales. Por el camino penitente de la peregrinación a la Tumba del Apóstol Santiago en el próximo año 2004, Año Santo Compostelano, los jóvenes españoles junto con miles y miles de sus compañeros europeos, sembrarán de nuevo los surcos del alma de la vieja Europa con la semilla eternamente fresca y universal del Evangelio de Cristo.
¿Esperanza o decepción ante “la Fiesta del Apóstol”, por usar una expresión típica de la tradición jacobea? La respuesta es clara: esperanza, que vencerá todo desánimo y hasta la tentación tan sutil de la ignorancia del verdadero significado del Camino de Santiago como camino de peregrinación cristiana donde ha nacido Europa. Llegará la hora en la que hasta los más escépticos y pusilánimes de los que conforman la opinión pública europea, su cultura, su orden social y político, se convencerán de que sólo por la vuelta a sus bimilenarias raíces cristianas Europa será ella misma. Y toda España volverá a celebrar el día del Apóstol como su Gran Fiesta, su Fiesta Mayor: la del encuentro enriquecedor con lo más auténtico de sí misma, y con Europa.
A la Virgen del Pilar, desde la cercanía de “La Almudena”, confiamos a los peregrinos de Santiago, especialmente a los jóvenes de Madrid y de España que van a emprender la intensa y honda aventura del encuentro con Jesucristo por el camino de Santiago: ¡que sepan vivirlo y ofrecerlo a todos sus compañeros de España y de Europa, auténtico y rico en frutos de salvación integral del hombre!

Con todo afecto y mi bendición,

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