Carta Pastoral del Cardenal-Arzobispo de Madrid para la Jornada Diocesana de los Misioneros Madrileños

Domingo 1º de junio de 2014

“Todos somos enviados con ellos»

 

Mis queridos diocesanos:

El Señor Resucitado ha llenado de esperanza y alegría nuestra tarea evangelizadora. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, y queremos anunciar al mundo entero la buena noticia del amor de Dios por todos los hombres, especialmente por los que se sienten más frágiles y abandonados. Ellos han de oír la voz del Maestro que les llama a la conversión y a alcanzar la felicidad y la Vida eterna.

El próximo 1º de junio la Iglesia concluye este tiempo de pascua, que nos ha estado recordando continuamente lo mucho que el Señor nos da  y cómo cuenta con nosotros. Celebraremos la Solemnidad de la Ascensión. El Señor se va, vuelve al Padre. Pero no abandona a nadie de aquellos por los que ha dado su vida. No. El Señor no nos ha olvidado. Desde ese día, en el que los apóstoles le contemplaron subiendo a los cielos, hasta hoy, su presencia es real entre nosotros. En la Eucaristía, en la Iglesia, en los necesitados, Cristo se hace presente y nos acompaña, nos consuela, fortalece y anima.

Tampoco su misión se ha interrumpido. Si Él vino a nosotros para anunciarnos el Reino de Dios, la Iglesia ha perseverado hasta el día de hoy en esa tarea evangelizadora. Desde el principio y siempre, Cristo ha sido proclamado como Señor y Redentor. Hoy, el Santo Padre, los Obispos, sacerdotes y religiosos, los catequistas y demás agentes de pastoral, y, en general, todos los bautizados a través del apostolado personal, seguimos proclamando el amor de Dios a todos los hombres.

Agentes privilegiados de esta evangelización son los misioneros. Ellos, por vocación divina y en uso de su libertad, han aceptado partir para lugares donde todavía la Iglesia no está ‘plantada’ para ser colaboradores de la gracia de Dios. Ellas y ellos, son un testimonio vivo de la presencia de Cristo en nuestro mundo hoy. Con alegría, también a veces con dolor y sacrificio, abandonan el mundo conocido para adentrarse en el mundo de la evangelización. Pero no van solos. Es la Iglesia fundada por nuestro Señor quien les ha enviado. Somos los Pastores de la Iglesia, y en su nombre, quienes enviamos a los misioneros a los lugares donde son tan necesarios. Por eso, en nuestra diócesis de Madrid, el domingo de la Ascensión del Señor, me reúno en la Santa Iglesia Catedral con los misioneros que partirán a tierra de misión en los próximos meses. Juntos oraremos al Padre por su trabajo misionero y por la gente con la que ellos van a compartir su vida cuando estén en la misión. En nombre de la Iglesia, presidiré la celebración del envío y les impondré la cruz de la misión, como signo de que ellos van representando a la Iglesia y como verdaderos ministros de su palabra y amor. Este envío les recuerda que no van por libre, que no es una mera opción personal filantrópica, sino una verdadera vocación divina que la Iglesia sella y bendice.

Pero este rito es también un signo para todos nosotros que nos quedamos en la Diócesis: ellos se irán, pero no se van solos. Todos nosotros participamos de su vocación y misión. Con nuestra oración y sacrificio, también con nuestra limosna, participamos de sus alegrías y de sus dificultades, nos unimos a sus éxitos y sufrimos sus fracasos. También de modo afectivo, porque les miramos con cariño y simpatía, dando gracias a Dios por sus vidas y por su entrega. ¡No nos son indiferentes! Forman parte de nuestra familia cristiana y de nuestra diócesis, por eso les dedicamos un día al año: el día del misionero diocesano. En un día como este se nos recuerda que ‘todos somos enviados con ellos’, como reza el lema de la jornada de este año 2014.

En esta Jornada de nuestros misioneros, la Iglesia en Madrid no puede olvidarse de ellos, de orar insistentemente al Señor por ellos, no podemos ni queremos dejarles solos. Damos gracias a Dios por su generosidad y por su trabajo escondido y siempre tan exigente. De nuestra Diócesis han salido a lo largo de los años muchos misioneros. Ojalá siga siendo así, que muchos jóvenes se planteen ‘entregarlo todo’ al Señor y llevar a Cristo a muchos lugares donde todavía hoy no es conocido ni amado. Así se lo pido, y a todos os invito a pedírselo, a la Madre de Dios, Santa María la Real de la Almudena, nuestra Patrona.

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