Un programa para la renovación cristiana de Europa

Hay camino para la esperanza

Mis queridos hermanos y amigos:

Cuando el curso escolar y pastoral toca a su fin, Juan Pablo II ha querido regalar a la Iglesia en Europa un instrumento pastoral extraordinariamente lúcido para que pueda encontrar su camino de servidora del Evangelio en la encrucijada de una decisiva y nueva época de la historia europea. Me refiero a su Exhortación Apostólica Postsinodal “La Iglesia en Europa”. Pues Europa avanza ya decididamente hacia fórmulas de unidad política y de integración de sus Estados y pueblos, consideradas hasta hace no mucho tiempo como utopías lejanas por no pocos políticos, hombres de la cultura y el ciudadano medio.
El hecho y las circunstancias que han rodeado su publicación constituyen por si mismas un motivo para la esperanza; pero muchos más lo son sus enseñanzas, concentradas en torno a una propuesta renovada del Evangelio como fuente de esperanza para la Europa de hoy. Juan Pablo II con una extraordinaria sensibilidad histórica y espiritual nos muestra en la Exhortación sobre la Iglesia en Europa cómo de Jesucristo, viviente y viviendo en su Iglesia, brota y puede brotar abundantemente en el futuro la esperanza para el hombre y las sociedad europea. El Papa recoge en ella el fruto de las deliberaciones del Sínodo Especial de los Obispos Europeos, reunidos en Roma en vísperas de la apertura de la Puerta Santa para la celebración del Gran Jubileo del año 2000, integrándolo en una gran visión de la realidad social, cultural, humana y religiosa de Europa. De aquí extrae luego un completo programa de acción pastoral, capaz de impulsar una auténtica revitalización de la Iglesia en sí misma y su renovada presencia en la nueva sociedad europea. ¡Una innegable realidad el hecho del nacimiento de un nuevo marco social común a toda Europa que deviene y se entreteje con creciente intensidad en todos los órdenes de la vida!
Se puede afirmar, por todo ello, que la publicación de la Exhortación Apostólica sobre “la Iglesia en Europa” significa una buena noticia en medio de los acontecimientos tan dramáticos que están sucediendo al final de este verano cerca y lejos de nuestra ciudad y de nuestra patria. Es más para Madrid un poderoso estímulo para sentir y proclamar con renovado entusiasmo y convicción personal y pastoral el “¡Alumbra la Esperanza!” del III Sínodo Diocesano ante las perspectivas de su segunda etapa de preparación en el próximo curso 2003/2004. La Exhortación postsinodal de Juan Pablo II nos permite conocer, estimar y valorar mejor el porqué de nuestras expectativas pastorales al afrontar la apasionante y grave tarea de abrir los nuevos surcos de la fe en Jesucristo a los madrileños de hoy y del mañana. ¡Toda una bocanada de espíritu apostólico fresco y estimulante nos llega de la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II!
El Papa ni esconde ni minimiza la gravedad de la situación cultural, social, humana y espiritual de la Europa actual, amenazada por la “pérdida de la memoria y de la herencia cristiana”, y afectada “a menudo por un oscurecimiento de la Esperanza” al intentar “hacer prevalecer una antropología -es decir una concepción y una realización del hombre- sin Dios y sin Cristo”. Para el Sucesor de Pedro la nueva cultura europea se presenta demasiadas veces como “una cultura de muerte”, física y espiritual. Pero tampoco oculta los signos de la esperanza que se pueden detectar dentro de la comunidad eclesial y aún en la misma sociedad civil europea. Juan Pablo II señala expresamente la fidelidad y santidad anónima de muchos en la vida ordinaria de la parroquia y en las asociaciones de piedad y apostolado tradicionales, la prometedora y dinámica realidad de “los nuevos movimientos y las nuevas comunidades eclesiales” que se hacen presentes y actúan con creciente compromiso evangelizador en la vida interior de la Iglesia y en su testimonio del Evangelio en Europa. Pero destaca, sobre todo, el martirio de sus numerosísimos hijos del siglo XX tanto en el Este como en el Oeste que no dudaron en dar la vida por Cristo. “El martirio, subrayará el Papa, es la encarnación suprema del Evangelio de la Esperanza” (nur. 13). Los mártires constituyen los hitos luminosos por excelencia del camino de la esperanza en la Europa contemporánea. Las señales esperanzadoras se hacen también patentes, según él, en los procesos de creciente apertura recíproca y de reconciliación entre los viejos países de una Europa no hace tanto tiempo enfrentada a muerte en el interior de sí misma y que quiere a partir de ahora reconocer en el principio ético y jurídico de la dignidad de la persona humana y de sus derechos fundamentales un punto irreversible de partida para el nuevo tiempo de la solidaridad europea. Todo ello conforma un panorama de un valor humano y cristiano incuestionable que apunta a “la Europa del Espíritu”, a cuya creación estamos llamados especialmente los cristianos.
Para esta Europa, necesitada y hambrienta de auténticas perspectivas de un futuro mejor, más humano y, en el fondo, más cristiano, el Papa traza luego un detallado y excepcional programa pastoral de anuncio, celebración y servicio del “Evangelio de la Esperanza” que el II Sínodo Especial para Europa le había pedido, recordando como premisa previa que sólo será realizable desde una neta y plena confesión de Fe en Jesucristo, el único que hace posible y accesible la esperanza al revelarnos el Misterio de la Trinidad: el amor creador y redentor de Dios que nos salva. Lo que conlleva, primero, renovar esta confesión de la fe católica en Jesucristo, Salvador y Redentor de hombre, reconociéndolo vivo y viviente en su Iglesia; y, segundo, propiciar en su seno un gran movimiento de conversión interior en el que participen todos los fieles: Obispos y presbíteros, consagrados y fieles laicos.
¡Aprovechemos el tiempo de verano y sus días más tranquilos de vacación y reposo con el cambio de paisaje y ritmo de vida para ocuparnos con esa extraordinaria y sugerente propuesta de Juan Pablo II! ¡Entremos a fondo en sus contenidos, dejémonos ganar por el “aura” espiritual y estilo apostólico que la impregna: el del Evangelio de la Esperanza! Entonces sí se nos abrirá más y mejor no sólo el horizonte de la Europa de “raíces cristianas”, a la que tan insistentemente ha apelado el Papa a lo largo de sus veinticinco años de Pontificado y muy recientemente en Madrid; sino también el más próximo de la segunda etapa de preparación de nuestro Sínodo Diocesano que quiere comprometer a todos los católicos madrileños en un gran proyecto de evangelización, marcado por el gozo y la confianza en la presencia de Jesucristo Resucitado.
Con María, la que es “Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra”, Señora y Madre de La Almudena, crecerá la esperanza en la Iglesia Diocesana y en la Comunidad de Madrid en gozosa y rica sintonía con lo que el Papa sugiere, propone y alienta para el futuro de toda España y de Europa.

Con todo afecto y mi bendición para un feliz y recuperador descanso veraniego,

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