Servicio y Testimonio de la Verdad: Tareas Pastorales siempre vivas. Plan Pastoral de la Archidiócesis de Madrid 2013-2014

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TAREAS  PASTORALES  SIEMPRE  VIVAS

Plan Pastoral 

de la Archidiócesis de Madrid 2013-2014 

Un nuevo curso pastoral de la «Misión Madrid»

 

 

I. MEMORIA DEL PRIMER CURSO PASTORAL DE LA «MISIÓN MADRID»

1. Invitados a ponernos en el camino de la conversión

Desde el comienzo de la «Misión Madrid» en el curso pasado hemos reconocido que su fundamento y su fruto es la conversión a que nos invita Jesucristo. Somos conscientes de que la condición indispensable para evangelizar a los demás es haber acogido en nuestra vida el Evangelio de la salvación. Tanto Benedicto XVI como el Papa Francisco han subrayado este presupuesto de la evangelización. «El Año de la Fe –dice Benedicto XVI en su carta Porta Fidei– es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo»1 . Por su parte, el Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, no ha dejado de invitarnos a dejarnos transformar por el Espíritu de Dios para llevar el Evangelio a los hombres: «La novedad que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también ahora: Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Abramos la puerta al Espíritu, dejemos que Él nos guíe, dejemos que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos concede»2 .

La conversión es requisito indispensable de la Nueva Evangelización, exigencia permanente de la existencia cristiana. Hoy, de modo especial, es preciso recordarla y vivirla con toda urgencia en la situación actual de nuestra cultura y de nuestra sociedad que, olvidándose de Dios, busca el progreso y la felicidad por caminos equivocados, que desembocan en fracaso y frustración. La invitación de Cristo al empezar su ministerio –«convertíos y creed en el Evangelio»– es el modelo en el que debe situarse cualquier empeño misionero en la historia del cristianismo, también el nuestro.

Este deseo de conversión nos condujo hasta Fátima, en la peregrinación diocesana al inicio del curso pasado, para pedir a Nuestra Señora, la Madre del Señor, la gracia de la conversión, gracia sobre la que también poníamos el acento en la Eucaristía inaugural del curso, marcada con un profundo sentido penitencial.

Las peregrinaciones a la Catedral, centro litúrgico de nuestra diócesis, que tan excelente acogida han tenido entre los fieles, nos han permitido vivir la experiencia, individual y comunitaria, del doble impulso de la vida de fe: abrirse a la gracia de la conversión al Evangelio y a Nuestro Señor Jesucristo, como Salvador del mundo, y proclamar de nuevo el Evangelio a nuestros contemporáneos.

Muy vinculado a esta experiencia de conversión y peregrinación a la Catedral, hemos renovado el compromiso para que el sacramento de la Penitencia ocupe en la vida cristiana y en las comunidades parroquiales el lugar central que le corresponde, y hemos examinado nuestra vida de fe, contemplando sus diversos aspectos, para ajustar nuestra conducta a la santidad que Cristo nos propone como norma de vida. ¡Ninguna parroquia, ninguna iglesia parroquial debería estar sin el servicio del confesor y del confesionario! Siempre con «luz encendida», como quiere el Papa Francisco.

La celebración «misionera» de la Semana Santa y de la Pascua, con la hermosa experiencia del Via Crucis, en el que han participado las Hermandades de Penitencia, han puesto de relieve que los actos de piedad popular han servido –y deben servir siempre– de «ecos» catequéticos y orantes de la Liturgia del Triduo Pascual.

El curso pastoral ha concluido con dos actos muy significativos e íntimamente relacionados entre sí: la administración del sacramento de la Confirmación a 1.200 jóvenes de la Archidiócesis en la explanada de la Catedral y la procesión del Corpus, en la que hemos renovado la fe en la presencia siempre fiel del Señor en el sacramento que es la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana. La relación entre el Espíritu que desciende sobre los jóvenes para hacer de ellos servidores y testigos de la verdad y la Eucaristía, que edifica y consolida la Iglesia, nunca debe pasar inadvertida. Sólo bajo la acción del Espíritu y en torno a la única Mesa del Señor podemos tener la certeza de que la Misión va por buen camino.

 

2. Ahondar en el conocimiento y en la vivencia de la fe

A lo largo del curso hemos querido profundizar en el Credo, conscientes de que «el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia»3 . «Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada»4  es tarea de toda la vida, porque la fe, en cuanto nos adentra en el conocimiento de Dios, no tiene límite. De ahí que las meditaciones sobre el Credo, elaboradas en este curso, puedan ser aún un cauce válido para la formación permanente de nuestros grupos y para el fomento de la vida de oración en las comunidades parroquiales, puesto que la oración, en última instancia, no es otra cosa que la fe orante. También la experiencia de la «lectio divina» y de la adoración al Santísimo, que en tantos lugares de Madrid se ha promovido con fruto, ha servido para fortalecer la fe y reavivarla bebiendo de la Palabra de Dios y de la contemplación eucarística.

En este mismo ámbito de la Liturgia, donde la fe nos hace contemporáneos de los misterios vividos y revelados por Cristo, quiero destacar también el cuidado espiritual y pastoral para que las celebraciones de la Liturgia –especialmente la Eucaristía dominical– respondiese a la naturaleza de la misma, como el cauce sacramental por excelencia de la unión con Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y como realización de la comunión eclesial. Esta tarea no se concluye en un curso. El cuidado interno y externo de la Liturgia es parte de la «misión» permanente de la Iglesia, porque en ella se manifiesta la «belleza» de la fe, no sólo por la solemnidad y sencillez de sus ritos, sino por el desvelamiento, aunque sea siempre a través de signos, de lo que un día contemplaremos cara a cara. Cuidar la Liturgia es hacer misión entre quienes participan ya en la formación de los grupos parroquiales y entre quienes ocasionalmente se acercan a nuestras asambleas y pueden captar algo de la profundidad del misterio.

 

3. La acción misionera

Una de las prioridades de la Misión en el curso pasado ha sido el desarrollo de acciones extraordinarias en las parroquias. Para ello, hemos invitado a convocar asambleas parroquiales para reflexionar y decidir, a la luz de la Porta fidei o de mi carta pastoral, qué acciones misioneras deben realizarse para favorecer el anuncio de Cristo entre quienes no han oído hablar de Él o, habiendo oído, han abandonado la fe o apenas la viven. Sabemos que no es fácil. No se trata simplemente de aumentar el número de asistentes a nuestros actos sino propiciar el encuentro con Jesucristo Salvador y con su Iglesia.  La experiencia ha mostrado que el Espíritu, cuando nos hacemos disponibles a su aliento, es capaz de suscitar iniciativas y proyectos, tan distintos y variados como las mismas comunidades, que lleven la misión a las calles y a los lugares públicos de Madrid. Esto se ha hecho realidad especialmente durante los tiempos fuertes de la Liturgia, como Cuaresma y Pascua.

Unidas a estas acciones extraordinarias en el ámbito parroquial, otras iniciativas de misión se han orientado a las familias, al mundo universitario y al más amplio de la cultura, especialmente el del cine y el arte pictórico, gracias a la especial colaboración del Museo del Prado. También nuestra ciudad, en la que han nacido, vivido y muerto insignes santos, ha ofrecido un recorrido «misionero» por los itinerarios histórico-artísticos de los santos madrileños para los escolares y los jóvenes de los colegios y de parroquias de nuestra archidiócesis.

La «Misión Madrid» se ha hecho presente también en la «red» por medio de sus diversos cauces, y en los medios de comunicación social, que han servido, según su propia índole, para dar a conocer la riqueza y diversidad del testimonio cristiano cuando se trata de anunciar el Evangelio. El voluntariado de «Cáritas» y otras iniciativas del apostolado de la caridad han puesto de relieve, una vez más, que la fe es inseparable de la caridad, ámbito donde se hace particu-larmente visible y convincente.

Por último, la presencia de María, Nuestra Señora de la Almudena, en su imagen tan venerada por los madrileños, ha dado unidad a la misión peregrinando a múltiples lugares por todo el territorio diocesano como, por ejemplo, a la cárcel de Soto del Real. Esta presencia de la Madre de la Unidad, como la llamaba san Agustín, ha sido un estímulo para imitarla en la proclamación de su Magníficat y anunciar las obras grandes que Dios hace a través de sus humildes siervos.

 

4. Los frutos

Los frutos de la Misión son los que origina el crecimiento de la fe. Si es cierto que «la fe sólo crece y se fortalece creyendo»5 , los frutos ratifican este principio y muestran cómo crece y se fortalece la fe en los destinatarios de la Misión. Son significativos en este sentido la conversión y el bautismo de adultos que cada día son más numerosos en nuestra archidiócesis. En el ámbito de la catequesis, hay que subrayar la formación teológica y espiritual de los catequistas que, en el curso transcurrido, se ha impartido en los cursillos por arciprestazgos. Merecen destacarse también las diversas iniciativas de Ejercicios espirituales para catequistas y agentes de pastoral. En muchas comunidades, el crecimiento de la fe se hace patente en la creación de nuevos grupos parroquiales que buscan profundizar en la formación y vivencia de la vida cristiana. De especial esperanza para la pastoral familiar, constituyen los jóvenes matrimonios que asumen la responsabilidad de fundar un hogar, sostenidos en su vocación matrimonial en la parroquia o en movimientos familiares.

Otros signos manifiestan que la fe es activa en la caridad y en el compromiso público de los creyentes. Así, el compromiso creciente con la acción caritativa de la Iglesia, directa y expresamente ejercida, de enorme trascendencia en la vida pública, revela un rostro de la Iglesia que llega a los alejados y a quienes tienen de la Iglesia una imagen reducida a determinadas  prácticas litúrgicas. Por otra parte, el compromiso activo de muchos cristianos en la vida y actividad de la Iglesia en las parroquias, asociaciones y movimientos, es un claro testimonio de la corresponsabilidad en la Iglesia, y un aliciente para otros laicos que viven despreocupados o indiferentes ante la llamada que Cristo hace a trabajar en su viña. Por todos estos frutos damos gracias a Dios y le pedimos que siga haciendo fecunda nuestra siembra del Evangelio.

II. LA TAREA APOSTÓLICA Y PASTORAL DE LA EVANGELIZACIÓN SIGUE ABIERTA

1. Madrid, ¿más y mejor evangelizada después del primer curso pastoral de «Misión Madrid»?

No es fácil responder a esta pregunta desde una perspectiva meramente sociológica o estadística. Podemos responderla, sin embargo, desde la perspectiva de fe. Si, como dice el Concilio Vaticano II, «toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin (propagar el Reino de Cristo), recibe el nombre de apostolado»6 , podemos decir que el Evangelio ciertamente ha sido más y mejor anunciado y creído en nuestra Iglesia en Madrid. El reto, sin embargo, sigue en pie y las tareas pastorales siguen siendo urgentes.

La situación general –humana y espiritual– del mundo y de Europa hoy urge a la Iglesia a vivir con generosidad su misión. La crisis nos inquieta por sus raíces espirituales y trascendentes, que conducen al hombre a la pérdida del sentido de su vida y de su propia dignidad personal. El ansia de conocer y encontrar los caminos de Dios y de la verdad de la fe va en aumento, aunque en ocasiones no se explicite conscientemente. El hombre es un ser en permanente búsqueda de Dios y de la Verdad. También aumentan las «acciones» y «reacciones» en contra de lo religioso y, muy especialmente, de lo cristiano, como el Papa Francisco ha denunciado recientemente a propósito de los nuevos mártires de la fe; sigue persistente y creciente la negación de la verdad cristiana del hombre, que se expresa en propuestas de vida personal, familiar y social opuestas al Evangelio.

La preocupación por el hombre, manifestada por Romano Guardini ya en los años cincuenta del siglo pasado, sigue viva y creciente: el hombre se manifiesta, se concibe y realiza cada vez más «incomple-tamente», como «el hombre incompleto». Sigue en aumento su «rebajamiento» materialista y funcionalista hasta límites dramáticos. La «ideología de género», que comporta una falsificación de la condición y naturaleza humana, se mantiene simultáneamente en guardia y en combate activo.

No debe extrañar que en un medio ambiente cultural y social dominado por la exaltación materialista y hedonista del «Yo» –¿del «Superhombre»?– no hayan prosperado los comportamientos individuales y colectivos inspirados en el respeto privado y público de los postulados de la justicia y, mucho menos, de la justicia social, de la solidaridad y de la generosidad en el tratamiento del prójimo y en el esfuerzo personal y colectivo del servicio del bien común. La apelación a que se asuma el valor humano y cristiano de la gratuidad, que enseña de modo penetrante y convincente la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI, suena con urgente actualidad.

Las nuevas generaciones  –los niños, los adolescentes, los jóvenes–  son las víctimas principales de esta situación. Una situación de verdadera «emergencia educativa», denunciada con clarividencia por Benedicto XVI en su discurso a la Conferencia Episcopal Italiana el 27 de Mayo de 2010. Es el resultado patente e inevitable del falso concepto de autonomía del hombre y del escepticismo y  relativismo que impregna en una enorme medida el marco en el que crecen, se educan y maduran personal y profesionalmente para la vida las jóvenes generaciones. Marco en el que, como es obvio, hay que incluir a la familia, el colegio, la universidad, los medios de comunicación y las redes sociales, que han llegado a configurarse como un entramado vital e imprescindible de relación personal y social.

En Madrid es constatable la realidad social  y cultural descrita, con la suficiente gravedad para que nos siga interpelando seriamente en el próximo curso pastoral. Como el macedonio que se apareció a san Pablo una noche en Tróade rogándole: «pasa a Macedonia y ayúdanos» (Hch 16,9), oímos la llamada de nuestros conciudadanos como una necesidad urgente a vivir el imperativo de la caridad, que nos lleva a trasmitir y a testimoniar la verdad. ¡Dejemos resonar en nosotros el eco de la experiencia paulina: «Ay de mí, si no anuncio el Evangelio»! (1 Cor 9,16).

 

2. La «Misión Madrid» en los colegios

A la vista de los resultados pastorales y evangelizadores de la «Misión Madrid» en el curso pastoral que está terminando, se impone para el próximo curso la exigencia apostólica de una gran acción misionera en los colegios, que, como ya he anunciado a los directores de los mismos, tendrá lugar la semana del 17 al 23 de Febrero. En los colegios de titularidad formalmente católica y en los que en su ideario se contemplan y aceptan los valores de la concepción cristiana de la vida o, al menos, están abiertos a la libertad de opciones cristianas en su comunidad educativa. También en los colegios de titularidad estatal –pública–, dentro de las posibilidades abiertas y garantizadas legalmente para el desarrollo de las clases de Religión y Moral católica y de sus actividades extraescolares.

Es de desear que esta «Misión Madrid» pueda realizarse en estrecha cooperación entre los padres –¡la familia!– y la parroquia, en cuyo territorio se encuentren los colegios, de modo que se salvaguarde la unidad pastoral que forman las diversas instituciones que conforman el ámbito educativo de los niños, adolescentes y jóvenes. Todos entendemos el inmenso valor y testimonio que se ofrece a las nuevas generaciones cuando la familia –los padres como primeros educadores– la parroquia y el colegio caminan juntos en un proyecto integral de educación. Es en este contexto de colaboración donde se inscribe el programa de «Misión Madrid» para el curso 2013-2014, bajo la responsabilidad de sus encargados diocesanos  y en el ámbito de pastoral de los Arciprestazgos y de las Vicarías episcopales.

Este programa incluirá el período y los contenidos del proceso de preparación y realización de la Misión en los colegios que puede concluir con una gran celebración litúrgica diocesana para dar gracias a Dios y pedirle que acreciente en nuestra comunidad diocesana el espíritu  misionero.

 

III. LA PARROQUIA «MISIONERA»

Uno de los frutos más visibles de la «Misión Madrid» en el curso 2012-2013, y esperemos que también en el próximo, es la toma de conciencia misionera hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia en las comunidades parroquiales, movimientos, asociaciones y nuevas realidades eclesiales; sin excluir la clásica y siempre necesaria misión «ad gentes».

Aparte del papel importantísimo que le corresponde jugar en la Misión en los colegios a la parroquia, las comunidades parroquiales deben seguir profundizando apostólica y evangelizadoramente en los surcos labrados en el curso pastoral que termina: predicación y anuncio del Evangelio; formación catequética y teológica; liturgia cada vez más cuidada espiritual y pastoralmente; «Cáritas» vivida con conciencia y estilo evangelizador; atención pastoral a los grupos matrimoniales y de familias, promovidos y cultivados en el espíritu del Año de la Fe y de la Nueva Evangelización; el cultivo «evangelizador» de la piedad popular y de sus mejores formas de practicarla de acuerdo con sus primeras raíces históricas y «carismáticas».

La Iglesia, si no quiere caer enferma, como nos ha recordado insistentemente el Papa Francisco, necesita «salir de sí misma», ir a «las periferias», tanto de la pobreza material como de la espiritual. Por ello, la visita fraterna y pastoral a todas las casas del territorio parroquial debe ser un objetivo prioritario, una meta a alcanzar, en el próximo curso pastoral 2013-2014. Para ello, y en razón de su misma naturaleza7 , la parroquia ha de mostrarse abierta a toda la riqueza carismática de la nueva vida asociativa, suscitada y reconocida por la Iglesia en los últimos decenios del Concilio y postconcilio Vaticano II, junto con las surgidas anteriormente como la Acción Católica y los Cursillos de Cristiandad. Un fruto pastoral de la «Misión Madrid» deberá ser la parroquia abierta al Apostolado Seglar y a las vocaciones para el sacerdocio y para la vida consagrada.

 

IV. LA CONCLUSIÓN DE LA «MISION MADRID». PROFESIÓN PÚBLICA DE LA FE POR PARTE DE TODA LA COMUNIDAD DIOCESANA PRESIDIDA POR SUS PASTORES

Si comenzábamos la «Misión Madrid» con una peregrinación a Fátima para suplicar al Señor, por mediación de María, la gracia de la conversión, queremos concluirla también peregrinando en el verano de 2014 a Roma, sede de Pedro y ciudad consagrada por la sangre de san Pablo y de tantos mártires, que nos enseñan a profesar la fe hasta dar la vida. Toda la misión está dirigida a profesar la fe con palabras y con obras y a transmitirla gozosamente a los demás como la mayor gracia que el hombre puede recibir. Peregrinando a la sede de Roma, presidida por quien es principio de unidad de toda la Iglesia, el Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, nuestra diócesis crecerá también en catolicidad y en testimonio de comunión misionera.

También deseo invitar a los jóvenes a peregrinar a Santiago de Compostela, donde el sepulcro del apóstol que trajo a España la gracia del Evangelio debe estimular a las nuevas generaciones a ser peregrinos de la fe y apóstoles valientes del Señor en un momento de la historia en que las circunstancias nos exigen una nueva evangelización.

 

V. LA CONFIANZA PUESTA EN LA ORACIÓN DE LAS COMUNIDADES DE VIDA CONTEMPLATIVA

Toda la Iglesia diocesana está en misión: todos sus  miembros, según su vocación y estado. También las comunidades de vida contemplativa que, desde el silencio y la oración, la penitencia y el trabajo de sus monasterios confiesan la fe entregando su vida en constante y permanente adoración al Señor que rige los destinos de los pueblos. Su testimonio en el silencio y ocultamiento habla fuertemente a una sociedad que se olvida de Dios. ¡Cuánta vitalidad le viene a la Iglesia de estos monasterios donde sus miembros, escondidos para el mundo, se ofrecen generosamente para que la Iglesia resplandezca con la santidad misma de Cristo! ¡Cuánto agradecimiento debe la Iglesia en Madrid a la vida abnegada de estas comunidades contemplativas que nos recuerdan que el primado de nuestra existencia es la adoración a Dios!

VI. LA CONFIANZA PUESTA EN MARÍA, LA MADRE DE LA IGLESIA,  ESTRELLA DE LA EVANGELIZACIÓN, VIRGEN DE LA ALMUDENA

María está en los orígenes mismos de la evangelización. Ella recibió la Buena noticia del Emmanuel, el Dios con nosotros. Lo acogió en su carne virginal y lo entregó al mundo como Aquél en quien todo tiene su consistencia. María lo cuidó y educó tiernamente en la escuela de la Palabra, que era su propio Hijo. Lo acompañó en sus andanzas misioneras. No lo abandonó en la prueba de la Cruz, donde permaneció como Virgen fuerte, íntegra en la fe y radiante de caridad. Como Reina del Colegio apostólico recibió el Espíritu que la constituye en Madre de la Iglesia y pregonera, con los Doce, de la Resurrección de su Hijo. A ella encomendamos nuestra «Misión Madrid» del curso 2013-2014. Estamos seguros de que será Estrella que nos guíe, Madre que nos sostenga y aliente, e Icono perfecto de la Iglesia constituida por quienes escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. ¡Virgen de la Almudena, ruega por nosotros!

 

Con mi afecto y bendición,

 

Madrid, 15 de junio de 2013.

     Dedicación de la Iglesia Catedral

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1  BENEDICTO XVI, Porta Fidei 6.

2  FRANCISCO, Homilía del V Domingo de Pascua, 28 de Abril de 2013, 1.

3  BENEDICTO XVI, Porta Fidei 10.

4  BENEDICTO XVI, Porta Fidei 9.

5  BENEDICTO XVI, Porta Fidei 7.

AA 2.

AA 10: «La parroquia ofrece un modelo preclaro de apostolado comunitario al congregar en unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentran, insertándolas en la universalidad de la Iglesia».