JUVENTUD Y SALUD EN LA PERSPECTIVA DE LA JMJ 2011

Mis queridos hermanos y amigos:

Celebramos hoy este Sexto Domingo de Pascua con la atención y la mirada del alma puesta en nuestros enfermos. Con toda la legitimidad pastoral que proviene de una multisecular tradición impregnada de piedad popular hablamos de la Pascua del enfermo. Porque, efectivamente, en la celebración del Misterio pascual por parte de la Iglesia y, particularmente, de sus comunidades parroquiales nuestros enfermos han de ocupar un lugar distinguido. ¿Cómo no recordar aquella bella costumbre, profundamente arraigada en la fe de los sencillos, de llevarles solemne y públicamente la Sagrada Comunión en sus domicilios y en los hospitales? Los enfermos son los principales protagonistas de ese completar en su carne “lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,14). En Jesucristo Crucificado y Resucitado ¡en su amor infinitamente misericordioso y derramado sobre el mundo! encuentran ellos y, con ellos, la Iglesia “el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas” (cf. Juan Pablo II. SD, 31). No hay un camino más excelente que el hombre −y, con él, la Iglesia− puedan recorrer en el transcurso de la historia para sembrar y cosechar amor −¡amor verdadero! ¡amor que salva!− que el del dolor asumido con Cristo, por Cristo y en Cristo Resucitado. El dolor, de la naturaleza que sea, aceptado, vivido y ofrecido con Él al Padre en la comunión del Espíritu Santo se convierte en el instrumento más eficaz del triunfo de la Resurrección en la vida de cada persona y en la vida de la sociedad. Los enfermos se cuentan, por ello, en la Iglesia entre los primeros evangelizadores de sus propios hermanos y entre los más profundos transformadores de las realidades temporales. Sin su contribución indispensable a la expansión del amor salvífico del Resucitado dentro y fuera de la comunidad eclesial, cualquiera de los empeños o acciones apostólicas y evangelizadoras de la Iglesia se quedarían sin su nervio más auténtico, perdiéndose cuando no en la insignificancia, sí, siempre, en la superficialidad de sus contenidos y efectos. Sigue leyendo

ALCANZAR LA LIBERTAD VERDADERA Y VIVIRLA EN PLENITUD

Mis queridos hermanos y amigos:

En la oración-colecta del quinto domingo de Pascua la Iglesia hace una súplica que podía sonar a los oídos de nuestros contemporáneos, por un lado, extraordinariamente sugestiva −se pide al Señor que podamos alcanzar “la libertad verdadera”− pero, por otro, extraña a su mentalidad habitual: se pide también alcanzar “la herencia eterna”. La cultura materialista que nos envuelve, sin el horizonte de una vida que alcanza más allá de la muerte −¡la felicidad es cosa de este mundo!−, no puede entender que, para que se pueda poseer y gozar la libertad de verdad, es preciso vincularla internamente con la esperanza de la vida eterna. Sin embargo, no hay mayor esclavitud que la de sentirse atrapado sin remedio por la muerte y su fatal certeza. El miedo a la muerte es un gran enemigo de la libertad verdadera. O se entiende la libertad y se la vive como la gran posibilidad del hombre de encontrar y de realizar la gran verdad del amor o la libertad pierde todo su sentido como la cualidad innata al ser del hombre −¡a su espíritu!− para poder llegar a su realización plena como imagen de Dios Creador y criatura llamada a ser hijo de Dios Padre en el tiempo y en la eternidad. Si se hace uso de la libertad, moral y espiritualmente, para elegir el mal que destruye al hombre y no para abrirle y conducirle por el camino del bien que lo salva y hace bienaventurado, ésta se está perdiendo a sí misma en lo más esencial y decisivo de su función para lograr una vida digna de la persona humana y de su vocación para la felicidad. Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid en la Solemnidad de SAN ISIDRO LABRADOR Patrono de la Archidiócesis de Madrid

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

 

I. La Fiesta de San Isidro Labrador, Patrono de Madrid, es siempre Fiesta de la Iglesia y Fiesta del pueblo madrileño.

Lo ha sido en el pasado -la historia de Madrid del segundo milenio de nuestra era lo demuestra claramente- y lo continúa siendo en el presente. Su fecha, el 15 de mayo, la viene situando el calendario de la Iglesia Universal, desde hace siglos, en el tiempo litúrgico de la Pascua, tiempo gozoso y jubiloso por excelencia en el que se actualiza en el hoy de nuestras vidas el Misterio de la Resurrección de Jesucristo, “el Redentor del hombre”, por decirlo con la expresión con la que se iniciaba la primera Encíclica del Beato Juan Pablo II, claramente programática, a los pocos meses del comienzo de su Pontificado. Jesucristo ha vencido a la muerte radicalmente, es decir, en su raíz, el pecado, la ha vencido como muerte del cuerpo y como muerte del alma. La coincidencia nos ayuda a comprender el sentido de lo que es la Fiesta  -¡una Fiesta!-  en toda la profundidad de su contenido real. El significado hondo de la palabra Fiesta sólo se descubre a la luz de la verdad de Jesucristo Resucitado. Cualquier vivencia alegre de un acontecimiento del presente o de la conmemoración festiva de una memoria de cualquier hecho o persona del pasado, si no se sostuviese existencialmente sobre la certeza de que la muerte ha sido vencida y de que no tiene la última palabra en la resolución del destino final de la persona humana, no pasaría de ser reflejo de un engañoso espejismo, porque se trataría de un fugaz momento de felicidad en el mejor de los casos. Y, desde luego, quedaría reducida a una trivial superficialidad que decepciona y deja triste al alma.

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LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD −2011− MADRID. En su recta final.

Mis queridos hermanos y amigos, queridos jóvenes:

Faltan solamente cien días para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Madrid los días 16 al 21 del próximo agosto. ¿Cómo no recordar hoy, a cien días de su celebración, aquella inolvidable mañana del domingo 23 de julio del año 2008, cuando al finalizar la solemne celebración eucarística con la que concluía la vigésimo tercera Jornada Mundial en Sydney, el Santo Padre convocaba a los jóvenes del mundo a Madrid en el año 2011? El anuncio del Papa fue acogido con un jubiloso y agradecido entusiasmo no sólo por los jóvenes madrileños y españoles, sino por toda la inmensa multitud de los jóvenes católicos que participaban en la magna Eucaristía en el hipódromo de la gran urbe australiana. Desde ese momento hasta este día de la Fiesta de los voluntarios y de las familias en “el Madrid-Arena”, próxima ya la nueva y gran cita de Madrid con el Papa, no hemos dejado de prepararnos y disponernos espiritual y pastoralmente para que la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid con el Santo Padre, acompañado por Obispos y presbíteros provenientes de todas las diócesis del mundo, vuelva a ser la ocasión providencial para un hondo, auténtico y gozoso encuentro con Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, que llama a los jóvenes en su Iglesia para que sus vidas muchas veces mustias y rotas y, otras, frescas y vigorosas se enraícen y edifiquen en Él, el único que puede ofrecerles y darles la verdad, la esperanza y el amor; el único que puede mostrarles la buena dirección y acompañarles en el camino que les lleva a la auténtica y duradera felicidad: ¡más acá y más allá de la muerte!  Sigue leyendo