Carta a los misioneros.

Jornada Diocesana de los Misioneros Madrileños

Domingo 12 de mayo de 2013

«Lo han entregado todo«

A los misioneros
y misioneras diocesanos

Mis queridos misioneros y misioneras madrileños:

Hemos vivido con mucha intensidad todo este Tiempo Pascual, contemplando al Señor que comparte con sus discípulos momentos entrañables llenos de la alegría y la esperanza que sólo Dios puede dar a los hombres, y llega ahora el momento, el de su Ascensión a los cielos, de dejar este mundo y retornar al Padre, pero no nos deja solos. Él sigue con nosotros «todos los días hasta el fin de mundo». Sí, el Señor está con nosotros, y en primer lugar en la Eucaristía; está con nosotros en la Iglesia, en su Palabra … Abandona el mundo, pero no abandona a los suyos. Se entregó por nosotros y ya no puede olvidarse de aquellos a quienes ha rescatado con su sangre. Sigue leyendo

Carta a los familiares de los misioneros diocesanos

Jornada Diocesana de los Misioneros Madrileños

Domingo 12 de mayo de 2013

«Lo han entregado todo«

A los familiares
de los misioneros diocesanos

Mis queridos padres y familiares de los misioneros y misioneras madrileños:

Hemos vivido con mucha intensidad todo este Tiempo Pascual, contemplando al Señor que comparte con sus discípulos momentos entrañables llenos de la alegría y la esperanza que sólo Dios puede dar a los hombres, y llega ahora el momento, el de su Ascensión a los cielos, de dejar este mundo y retornar al Padre, pero no nos deja solos. Él sigue con nosotros «todos los dias hasta el fin de mundo». Si, el Señor está con nosotros, y en primer lugar en la Eucaristía; está con nosotros en la Iglesia, en su Palabra … Abandona el mundo, pero no abandona a los suyos. Se entregó por nosotros y ya no puede olvidarse de aquellos a quienes ha rescatado con su sangre. Sigue leyendo

«Lo han entregado todo». Carta Pastoral del Cardenal-Arzobispo de Madrid para la Jornada Diocesana de los Misioneros Madrileños

Domingo 12 de mayo de 2013

«Lo han entregado todo«

Mis queridos diocesanos:

Ya en los últimos dias del Tiempo Pascual celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Su vida en la tierra ha concluido y pasa «el testigo» de la Misión a sus discípulos, pero no los deja solos, Él sigue con nosotros «todos los días hasta el fin de mundo», oculto en la Eucaristía, de donde brota toda la fuerza de la Iglesia para llevar a cabo esa Misión que le encomendó, justamente al subir a los cielos, del llevar el Evangelio «hasta los confines de la tierra». Sigue leyendo

EL GOZO DE LA PASCUA. Compartido con los enfermos

Mis queridos hermanos y amigos:

El gozo de la Pascua de la Resurrección no pasa de hecho ni debe de pasar en nuestras vidas, aún cuando su tiempo litúrgico vaya declinando. Es un gozo que sostiene nuestra esperanza −la del cristiano− a lo largo y a lo ancho de nuestro itinerario a través de los años y de las distintas etapas de nuestra existencia en este mundo. No hay nada en la experiencia de cualquier vicisitud de la vida, por muy negativa que sea, que pueda impedir que el gozo cierto del triunfo de Jesucristo Resucitado impregne de esperanza nuestro pensar, nuestro sentir e incluso nuestras actitudes ante los acontecimientos que se nos puedan presentar en nuestras familias, nuestra profesión, nuestras relaciones sociales, etc., por muy infortunados que sean. Ni siquiera la enfermedad, ni la muerte pueden amenazar seriamente la fortaleza de nuestra esperanza, cuando brota y fluye de nuestra fe en Jesucristo Resucitado: ¡cuando es expresión clara del gozo pascual, manifestación inequívoca del vivir en la gracia de Dios! Sigue leyendo

ORAR POR LAS VOCACIONES.50 Años después de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Mis queridos hermanos y amigos:

El cuarto Domingo de Pascua la Iglesia invita a sus fieles a contemplar a Jesucristo Resucitado, su Señor, como el Buen Pastor que la guía y conduce a las fuentes de la vida y del gozo eterno. Esa presencia del Señor Resucitado en medio de los suyos es la que les sostiene y anima en su testimonio de que el hombre, pecador y destinado a la muerte, que “camina por cañadas oscuras” a lo largo y a lo ancho de la historia, es amado entrañablemente por Dios infinitamente misericordioso. La Iglesia es ciertamente “el débil rebaño” del Hijo que ha de pedir insistentemente poder “participar en la admirable victoria de su Pastor”. La esperanza de los hijos e hijas de la Iglesia ¡nuestra esperanza! se funda inconmovible en que Jesús Resucitado “ya no muere más”, que es “uno” con el Padre y en que somos como “las ovejas” que escuchan su voz; pero, sobre todo, en que El nos conoce, que no quiere que perezcamos, ni que les seamos arrebatadas de sus manos. Esa presencia amorosa del Buen Pastor la conocemos y percibimos por la fe en el interior de nuestras almas como una llamada a seguirle sin miedo a su ley y sin vacilaciones a la hora de la respuesta de nuestro pobre amor. La llamada es suave, pero penetrante. No admite demoras ni pérdidas de tiempo. Lo que está en juego es nuestra propia vida: ¿la queremos ganar o la queremos perder? ¿queremos que se vigorice y madure para la vida y la felicidad eternas o nos da lo mismo que se descuide y desperdicie en este mundo, fracasando en el tiempo y en la eternidad? ¡No escapemos del “débil rebaño” del “Buen Pastor”! ¡No huyamos! ¡No abandonemos la Iglesia! Allí siempre lo encontraremos invisible y visiblemente en aquellos hermanos a los que El ha constituido por un don especial del Espíritu Santo y la imposición de las manos como pastores de su rebaño, a quienes les ha confiado la misión de hacerlo presente como “cabeza y “pastor” de su Iglesia en la predicación de su Palabra, en la celebración de sus Sacramentos y en la guía y gobierno de su pueblo, para que viva en la caridad y sea su testigo e instrumento de su difusión en el mundo. El “Buen Pastor” guía a su Iglesia, la cuida y apacienta en su caminar por la historia y la vida de la familia humana sirviéndose de los que El eligió y elige como sus Pastores. La Iglesia los necesita hoy tanto o más que en la primera hora de su historia. Necesita a Pedro y a los otros once Apóstoles y a sus Sucesores, Obispos y Presbíteros. Sin ellos, no será posible ni el anuncio fiel del Evangelio, ni la actualización sacramental de los Misterios de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, ni la santificación de las almas, ni, en último término, el que sus hijos −¡el nuevo Pueblo de Dios!− estén en condiciones de santificar el mundo. El “Divino Pastor” se hace presente y actúa en su Iglesia a través de los Pastores que El llama, consagra y envía para apacentarla y alimentarla en su Amor, que nos salva y que se ofrece a todos: los que no han oído todavía su voz o no quieren oírla. Sigue leyendo

LA ALEGRÍA DE LA PASCUA. Nadie nos la puede arrebatar

LA ALEGRÍA DE LA PASCUA

Nadie nos la puede arrebatar

Mis queridos hermanos y amigos:

Hoy es un día de gran alegría. Alegría que nadie ni nunca nos podrán arrebatar: ¡Jesucristo, el Señor, ha resucitado! Desde este primer Domingo jubiloso de la historia, todos los demás domingos de todos y de cualquier año no podrán por menos de recordarnos que la Resurrección de Jesucristo permanece viva y activa en el discurrir de la vida de cada hombre que viene a este mundo y, aún, de la entera humanidad. “Pues sabemos que Cristo una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más. La muerte ya no tiene dominio sobre él” (Ro 6,9). En la singular batalla entablada desde el principio de la creación entre Dios, el Señor de la vida, y Satanás, el príncipe de las tinieblas y autor de la muerte, la victoria del Creador ha quedado definitiva e irreversiblemente sellada en aquel primer día de la semana judía, cuando Jesús de Nazareth, el gran −y para la comprensión mundana− el inexplicable Profeta de Galilea, crucificado ignominiosamente y sepultado, resucita de entre los muertos. “Lucharon vida y muerte en singular batalla, y muerto el que es la Vida, triunfante se levanta”, canta jubilosa la Iglesia desde tiempo inmemorial en la Liturgia Pascual del Domingo de Resurrección. Sigue leyendo

Orar por el Papa, orar por la Iglesia: responsabilidad urgente en esta hora providencial de su historia

Mis queridos hermanos y amigos:

El próximo martes, día 12 de marzo, se inicia el Cónclave en el que será elegido el nuevo Obispo de Roma, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal. La celebración de la Santa Misa “pro eligendo Pontifice” −”por la elección del Pontífice”− en la Basílica de San Pedro será el comienzo del itinerario, canónico y espiritual a la vez, de la elección del nuevo Sumo Pontífice: ¡del nuevo “Pedro”! Sigue leyendo

Carta con motivo del Vía Crucis de la Misión-Madrid que se celebrará el día 22 de Marzo

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Os escribo de nuevo en estos días históricos de la vida de la Iglesia. Benedicto XVI  sigue sirviendo de todo corazón a la Iglesia entregado a la oración, y nos ha animado a orar especialmente por el nuevo Pontífice. Os animo a seguir pidiendo, queridos diocesanos, como os señalaba en mi carta anterior, por Benedicto XVI, para que el Señor le conforte y sostenga, le consuele e ilumine y haga fecundos todos los trabajos, plegarias y sufrimientos en favor de su santa Iglesia. Sigue leyendo

Misa de Acción de Gracias por el Pontificado de Su Santidad Benedicto XVI

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. D. Antonio Mª Rouco Varela

Cardenal-Arzobispo de Madrid en la

Misa de Acción de Gracias por el Pontificado de Su Santidad Benedicto XVI

Catedral de La Almudena, 3 de marzo de 2013; 19,00h.

(Ex 3, 1-8a.13-15; Sal 102; 1 Cor 10, 1-6.10-12; Lc 13,1-9)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Desde las 20,00 horas del pasado viernes, día 28 de febrero, al retirarse al silencio del estudio, de la reflexión y sobre todo de la oración, el que desde el 19 de abril del año 2005 había sido Obispo de Roma, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal, Su Santidad Benedicto XVI, la sede y oficio de Sucesor de Pedro ha quedado vacante. Es una hora para la Iglesia extendida por todo el orbe verdaderamente excepcional. Lo sucedido resulta difícil, por no decir imposible de comprender en todo lo que significa para el presente y el futuro de la Iglesia e, incluso, de toda la familia humana para aquél que lo considere con puntos de vista meramente humanos o los criterios propios del mundo. La Iglesia no es el resultado o producto de iniciativas humanas, ni se sostiene ni apoya en el poder del hombre, tampoco en su capacidad organizativa y ni siquiera en los sistemas jurídicos que pudiera diseñar según su propio arbitrio. No, el mundo interior en el que vive y del que vive la Iglesia, incluso su estructura externa −la Palabra, los Sacramentos, y el Ministerio Apostólico− proceden del Señor Jesucristo, su Cabeza y Pastor invisible: ¡su divino Fundador! En su presencia indefectible, se fundamenta y descansa; y del Espíritu Santo, por Él enviado, alimenta ininterrumpidamente su vida. “La barca de Pedro” −expresión tan querida y usual en los Padres y en la Tradición doctrinal y espiritual de la Iglesia− puede atravesar por tormentas y por aparentes soledades como las que hayamos podido experimentar estos días de una cierta orfandad pastoral; pero el Señor, su invisible timonel, se encuentra en ella vigilando y asegurando que su travesía nos conduzca al buen puerto de un nuevo y fecundo capitulo de su historia divino-humana más que milenaria. Un capítulo, en el que brillará con creciente intensidad el esplendor de la verdad de Jesucristo, el Salvador del hombre: ¡el capítulo de la nueva Evangelización! La luz de su Evangelio, que disipa todas nuestras oscuridades e incertidumbres personales y colectivas, nos infundirá al mirar al futuro de nuestros hijos la clarividencia de la fe, la fuerza de la esperanza y el ardor del amor auténtico que tanto necesitamos para afrontar victoriosamente el reto de la crisis histórica ante la que nos encontramos. Una crisis de verdadera y fraterna humanidad: ¡crisis del hombre que dio la espalda a Dios! Sigue leyendo

La hora emocionada y agradecida de la despedida de Benedicto XVI

Mis queridos hermanos y amigos:

El próximo jueves, 28 de febrero, a las 20 horas, queda vacante “la Sede de Pedro” por renuncia de nuestro Santo Padre Benedicto XVI. La hora de la despedida ha llegado: una despedida emocionada y agradecida. La emoción nos embarga. Le hemos querido como Padre y Pastor visible de la Iglesia Universal −¡de “la Católica”!−. No podremos olvidarle nunca ni en nuestro afecto filial, ni en nuestra oración cotidiana. ¿Cómo no evocar en esta mañana del segundo Domingo de Cuaresma, en que la Iglesia nos  urge a obedecer gozosamente al mandato del Padre Celestial de escuchar en lo hondo del corazón la Palabra del Hijo, la acogida exquisitamente paternal y las palabras que nos dirigía a los miembros del III Sínodo Diocesano de Madrid en la Audiencia especial del 4 de julio del 2005, el año de su elección como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro? La Iglesia en Madrid, nos decía, “ha tomado conciencia de ser familia en la fe, familia unida por un vínculo profundo y misterioso que congrega a las más diversas realidades y se convierte, por la presencia de Dios en ella, en signo de unidad para toda la sociedad. Es una comunidad católica… y esta comunidad católica peregrina hoy a Roma como signo de comunión con el sucesor de Pedro y, por tanto, con la Iglesia Universal”. Sigue leyendo