Salamanca, 10 de marzo de 2006; 12’00 horas
Sean mis primeras palabras de gratitud a la Universidad Pontificia de Salamanca por la concesión de su Medalla de Oro. Agradezco de corazón esta distinción con la que me honra personalmente, más allá de mis méritos, siempre modestos; y que evoca una época en la historia de esta todavía joven Universidad, extraordinariamente delicada en sí misma y apasionante para todos los que por vocación y gracia del Señor hubimos de vivirla en los años de nuestra madura juventud en oficios y tareas de grave responsabilidad eclesial y académica. Sigue leyendo