Catedral de La Almudena, 7.XII.2010, 21’00 horas
(Gén 3,9-15.20; Sal 97; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38)
Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:
1. Celebramos de nuevo la Solemnidad de La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen en pleno tiempo de Adviento, a la espera de la venida del Señor en la humildad de nuestra carne. El Misterio de la Concepción Inmaculada de María está profundamente relacionado con su vocación para ser Madre del Hijo unigénito de Dios. La carne y la sangre de ese Hijo eterno de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, será la suya. ¡La carne y la sangre de Jesús son de María! La íntima unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el mismo instante en que ella es concebida en el vientre de su madre. “La Santísima Virgen, predestinada desde la eternidad como Madre de Dios junto con la encarnación del Verbo de Dios por decisión de la divina Providencia” (LG 61), había sido “preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano” (Pío IX, Bula “Ineffabilis Deus. 1854). Sigue leyendo