El servicio de “Pedro” a la Iglesia y al hombre, en una difícil coyuntura histórica

Mis queridos hermanos y amigos:

Hoy, el domingo más próximo a la Fiesta de los Santo Apóstoles Pedro y Pablo, la Iglesia en España celebra “el día del Papa”. La verdad del Primado de Pedro se actualiza siglo tras siglo desde su muerte martirial en la figura de sus Sucesores en la sede de Roma que han continuado su misión sin solución de continuidad ¡ininterrumpidamente! hasta ahora mismo y que por la promesa del Señor seguirá ocurriendo hasta que Él vuelva en gloria y majestad. “Pedro” es hoy, pues, para la Iglesia y para el mundo nuestro Santo Padre Benedicto XVI. Sigue leyendo

SAN JUAN BAUTISTA Y EL DON DE LA ALEGRÍA ESPIRITUAL EN TIEMPOS DIFÍCILES

Mis queridos hermanos y amigos:

La solemnidad de San Juan Bautista cae providencialmente, en este año de crisis dolorosa y pertinaz, en domingo. La Iglesia le pide al Señor, en la Liturgia de la natividad del que fue el Precursor del Salvador, el don de la alegría espiritual. Una petición que acaso resulta un tanto paradójica. San Juan Bautista fue el último de los grandes profetas de Israel, enviado a allanar los senderos por los que había de llegar el Ungido de Dios. ¡Él no era el Mesías! No se cansaba de repetirlo cuando el pueblo le urgía a identificarse. Él era sólo la voz que grita en el desierto. El contenido de su profecía, pronunciada y proclamada con ardiente y provocadora claridad, estremecía: “¡Raza de víboras! ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: Tenemos por padre a Abraham” (Lc 3, 7-9). ¿Y cuál era ese fruto que exige la conversión que él predicaba? Un cambio radical de comportamiento y estilo de vida y, luego, el bautismo de penitencia; en un palabra, la vuelta del corazón y de la voluntad al Dios de la Alianza: ¡volver sencilla y simplemente a Dios! Sí, a Dios, al Dios verdadero, que será el que envíe a su Mesías que los “bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3, 16). El momento histórico, en el que el Bautista anuncia la inminente llegada del Mesías, era extraordinariamente crítico para su Pueblo: ¡el Pueblo elegido por Dios! Crítico en lo temporal: dominado despóticamente por la poderosa Roma del Imperio; partido internamente en tres Tetrarquías confiadas al gobierno de unos personajes moralmente impresentables. Crítico, sobre todo, espiritualmente: un culto del Templo vivido superficial e hipócritamente que tapaba una extendida relajación de costumbres y un abandono patente del seguimiento fiel de la Ley en muchos de los hijos de Israel. Aparentemente sólo quedaba un pequeño resto de justos de Yavhé. Por ejemplo: los propios padres del Bautista, Zacarías y Ana; y, sobre todo, María, la Doncella de Nazareth, la que iba a ser la Madre de Jesús y, José, su esposo, virgen como ella. Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid

en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Plaza de la Almudena, 10.VI.2012; 19’00 horas

(Ex 24,3-8; Sal 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18; Heb 9,11-15; Mc 14,12-16. 22-26)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

I. En sentida y profesada comunión con toda la Iglesia presidida en su unidad por el Sucesor de Pedro, nuestro querido Santo Padre Benedicto XVI, celebramos en este nuevo año Litúrgico 2012 en Madrid la Solemnidad  del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. El Sacramento de su inefable presencia: real, substancial, única, no superada ni superable por ninguna otra forma de hacerse presente entre nosotros. El Sacramento memorial de su Pasión, en la que su Sacrificio de la Cruz se confía a la Iglesia por el ministerio de los sacerdotes para que lo pueda vivir siempre actualizadamente en todos y cada uno de los momentos de la historia y así experimentar constantemente en la vida de sus hijos e hijas el fruto de la redención. El Sacramento, por tanto, que abre al hombre la fuente inagotable de la verdad, de la esperanza y del amor. Si el hombre es y ha sido en todos los tiempos, después de su primer pecado, un hambriento y sediento del pan y del agua que sostiene y reconforta el cuerpo, más aún lo ha sido del alimento y de la bebida espiritual que sana y eleva el alma. El hambre y la sed de la verdad de Dios, de la esperanza en sus promesas y del don del amor, han constituido el ansia más profunda del ser humano y de la familia humana a lo largo y ancho de toda la historia. Un ansia que se manifiesta en el momento presente con una gravedad y unas características singulares. Hoy, como en pocas veces en el pasado más reciente y en el más lejano, se nos ha desvelado cómo las causas más profundas de las carencias materiales y de la pobreza física tienen profundamente que ver con los fallos morales y la indigencia espiritual. Por ello, portando por las calles de nuestro entrañable y viejo Madrid el Santísimo Sacramento, ¡a Cristo Sacramentado!, proclamamos y mostramos a todos nuestros ciudadanos −¡a la sociedad y al mundo!− que hay verdad, que hay esperanza, que hay auténtico amor: ¡que hay salvación! La salvación es Cristo “que ha venido como sacerdote de los bienes definitivos…” y “que, en virtud del Espíritu Eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, (y que) podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo” y que “por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza” (cfr. Heb 9,11-15). Sigue leyendo

Carta del Cardenal Arzobispo de Madrid ante el Día de la Caridad

Domingo 10 de junio de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

En la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, fiesta grande de la Eucaristía, del Amor infinito de Dios a los hombres, la Iglesia celebra el Día de la Caridad.

El Señor, al instituir la Eucaristía en la Última Cena, anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo en el pan y vino, su Cuerpo y su Sangre, como nuevo maná. Al celebrar la Eucaristía, al participar comulgando el Pan de la Vida –el mismo Jesucristo- nos implicamos en el dinamismo de su entrega, y en la comunión sacramental quedamos unidos al Señor todos los que comulgamos. La unión con Cristo es unión al mismo tiempo con todos a los que Él se entrega. En la comunión eucarística está incluido el ser amado por Dios y el amor a los otros. Sigue leyendo