POR Y PARA UNA SEMANA SANTA MISIONERA 2014

Mis queridos hermanos y amigos:

Hoy iniciamos las celebraciones de la Semana Santa que culminarán con el gozo de la Solemnidad de la Pascua de Resurrección en el Domingo próximo. Es la segunda Semana Santa de “la Misión Madrid”. Vivirla con espíritu misionero es un imperativo personal y pastoral de insoslayable necesidad. Lo es por razones de coherencia interna con la forma de concretar la respuesta de la Iglesia Diocesana a los desafíos del momento histórico por el que atraviesan nuestra sociedad y nuestro pueblo. Momentos críticos para la fe y el testimonio veraz de la esperanza y de la caridad cristianas. Lo es, además, con urgencia renovada por la ardiente llamada dirigida a toda la Iglesia por nuestro Santo Padre Francisco para que avance “en el camino de una conversión pastoral y misionera que no puede dejar las cosas como están” (EG 29). Sí, no podemos dejar que el presente y futuro de nuestros hermanos más necesitados y, sobre todo, el de las nuevas generaciones ¡nuestro propio presente y futuro!  se configuren en la ignorancia del Misterio de la Salvación del hombre que aconteció en aquella semana en la que “Jesús, el Profeta de Nazareth de Galilea” fue entregado a la muerte y a una muerte de Cruz: ¡Jesús, “el Hijo de David”, “el que viene en el nombre del Señor”, “el Altísimo”! (Mt. 21,9-11). Así lo aclamaba el pueblo en el día en que entra triunfalmente en Jerusalén con la intención de celebrar la Pascua de aquel año con su pueblo de un modo radicalmente nuevo. Esa novedad transformadora del contenido, de la forma, del sentido y de la eficacia de la Vieja Pascua del Antiguo Pueblo de Israel la quiere subrayar y anunciar desde el principio de aquellos días en los que se iba ¡en los que iba! a consumar la salvación del mundo. Toda Jerusalén y todos los peregrinos que llegaban a la ciudad santa, desde todos los rincones de la diáspora judía, debían de saber que el Mesías había llegado y de que se disponía a culminar su obra salvadora. La misión de Jesús llegaba a su cumbre y a su triunfo: ¡a lo alto de la Cruz y a la gloria de la Resurrección! Sigue leyendo

Al finalizar el tiempo de cuaresma.

Madrid, 5 de abril de 2014

 “SE HIZO POBRE POR NOSOTROS

PARA ENRIQUECEROS CON SU POBREZA” (2 Cor 8,9)

Al finalizar el tiempo de cuaresma

Mis queridos hermanos y amigos:

En la Semana de Pasión, que se inicia el próximo Domingo de Ramos, la Iglesia vivirá de nuevo en su Liturgia, fuente y expresión más honda de su vida y misión, la nueva actualidad de los días últimos de la existencia terrena de Jesús: los días de su Pasión y Muerte en la Cruz; los días en los que la pobreza por Él asumida por nosotros para enriquecernos –¡para enriquecer a todo hombre que viene a este mundo!–, alcanzó su más profundo y definitivo significado en la entrega de su Cuerpo y de su Sangre como oblación reparadora y salvadora de su amor al Padre misericordioso: ¡el Padre de las misericordias! Nuestro Santo Padre Francisco lo dice muy bien en su Mensaje para la Cuaresma de este año: “La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios” (Mensaje Cuaresma 2014, 1). Sigue leyendo

HOMILIA en la Misa de Exequias por el Excmo. Sr. D. Adolfo Suárez

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid

Misa de Exequias por el Excmo. Sr. D. Adolfo Suárez

Catedral de La Almudena, 31.III.2014, 19’00 horas

(2 Cor 5,14-20; Jn 12,23-26)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Los restos mortales de nuestro hermano Adolfo (q.e.g.e.) descansan ya en el Claustro de la Catedral de Ávila, la ciudad de Teresa de Jesús, aquella santa castellana que “moría porque no moría”. Morir por el verdadero amor y morir amando de verdad es señal inequívoca de la fecundidad de una vida comprendida y cumplida a la luz del Misterio de Aquél que “murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos” (2 Cor 5,15). El Misterio de Cristo, Hijo del hombre e Hijo de Dios, es el Misterio del Amor de Dios al hombre, el Misterio del amor más grande, del que hacemos memoria en esta celebración eucarística por nuestro querido hermano Adolfo, cuya vida al servicio de España nos resulta inexplicable sin la fuerza inspiradora y motivadora del amor cristiano. Al avivar los recuerdos de su larga, limpia y generosa trayectoria en esta hora de la prueba decisiva, que es la muerte, y al hacerlos presentes en la memoria eucarística, ¿no se nos impone el convencimiento de que a él también le apremiaba el amor de Cristo, del que hablaba San Pablo a los fieles de Corinto? Su familia, sus queridos hijos y nietos, dirán sin vacilar: ¡que sí!  Sigue leyendo