Mis queridos hermanos y amigos:
La vida está llena de incertidumbres. Que sea así, lo constatamos una y otra vez en la existencia diaria de nuestras familias, de nuestros amigos y de nosotros mismos, incluso en relación con los bienes que más estimamos y con las personas que más queremos. La salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza, el éxito o el fracaso profesional, perder el empleo y asegurar la empresa, la felicidad y la infelicidad, la vida y la muerte… son realidades primarias y decisivas en nuestra existencia que se escapan a nuestro control y a nuestra capacidad de dominarlas ¡Estamos rodeados de incertidumbre! ¿Y que decir de la fragilidad de nuestras fidelidades personales en el matrimonio y en la familia, en las amistades, en el mundo del trabajo y de la política; más aún dentro de la comunidad cristiana, en la misma Iglesia? Sigue leyendo