Mis queridos hermanos y amigos:
Han pasado ya las grandes Fiestas del Año Litúrgico. La celebración de la Pascua del Señor, su momento culminante, ha ido acompañada esta vez por acontecimientos imborrables en la vida de la Iglesia que nos conmocionaron a todos, como si se tratase de signos extraordinarios del Espíritu señalándonos el camino que la Iglesia debe seguir en este tiempo histórico de encrucijadas para la humanidad y, muy singularmente, para Europa y para España. Sigue leyendo