El inmigrante, el refugiado, es tu hermano

Mis queridos hermanos y amigos:

«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto» (Ex. 22,20). Así se lo mandaba el Señor a los israelitas, después de la liberación de Egipto. En la Ley, sobre la que se fundaba la Antigua Alianza de Dios con Israel, su pueblo elegido, el extranjero era visto y presentado como «prójimo», a quien se debía de respetar, acoger y tratar con justicia y equidad. Sigue leyendo