HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid

en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Plaza de la Almudena, 10.VI.2012; 19’00 horas

(Ex 24,3-8; Sal 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18; Heb 9,11-15; Mc 14,12-16. 22-26)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

I. En sentida y profesada comunión con toda la Iglesia presidida en su unidad por el Sucesor de Pedro, nuestro querido Santo Padre Benedicto XVI, celebramos en este nuevo año Litúrgico 2012 en Madrid la Solemnidad  del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. El Sacramento de su inefable presencia: real, substancial, única, no superada ni superable por ninguna otra forma de hacerse presente entre nosotros. El Sacramento memorial de su Pasión, en la que su Sacrificio de la Cruz se confía a la Iglesia por el ministerio de los sacerdotes para que lo pueda vivir siempre actualizadamente en todos y cada uno de los momentos de la historia y así experimentar constantemente en la vida de sus hijos e hijas el fruto de la redención. El Sacramento, por tanto, que abre al hombre la fuente inagotable de la verdad, de la esperanza y del amor. Si el hombre es y ha sido en todos los tiempos, después de su primer pecado, un hambriento y sediento del pan y del agua que sostiene y reconforta el cuerpo, más aún lo ha sido del alimento y de la bebida espiritual que sana y eleva el alma. El hambre y la sed de la verdad de Dios, de la esperanza en sus promesas y del don del amor, han constituido el ansia más profunda del ser humano y de la familia humana a lo largo y ancho de toda la historia. Un ansia que se manifiesta en el momento presente con una gravedad y unas características singulares. Hoy, como en pocas veces en el pasado más reciente y en el más lejano, se nos ha desvelado cómo las causas más profundas de las carencias materiales y de la pobreza física tienen profundamente que ver con los fallos morales y la indigencia espiritual. Por ello, portando por las calles de nuestro entrañable y viejo Madrid el Santísimo Sacramento, ¡a Cristo Sacramentado!, proclamamos y mostramos a todos nuestros ciudadanos −¡a la sociedad y al mundo!− que hay verdad, que hay esperanza, que hay auténtico amor: ¡que hay salvación! La salvación es Cristo “que ha venido como sacerdote de los bienes definitivos…” y “que, en virtud del Espíritu Eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, (y que) podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo” y que “por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza” (cfr. Heb 9,11-15). Sigue leyendo