HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid
en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Plaza de la Almudena, 22.VI.2014; 19’00 horas
(Dt 8,2-3. 14b-16ª; Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20;  1ªCor 10, 16-17; Juan 6,51-58)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. La celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo nos trae cada año a la memoria  -a nuestra memoria personal de creyentes y bautizados y a la memoria viva de toda la comunidad eclesial-  el Misterio de la presencia real de Jesucristo:  de su Santísimo Cuerpo y de su Santísima Sangre  en y bajo las especies eucarísticas. “El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que compartimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?” (1 Cor 10,16). En el contexto de la admonición a los fieles de Corinto para que huyesen de la idolatría, confesaba así San Pablo con toda nitidez la fe de la Iglesia primitiva en el Misterio de la presencia eucarística de su Señor. Fe que ha ido enriqueciéndose e iluminándose desde los orígenes, a lo largo de los siglos,  hasta hoy mismo.  La meditación de la Palabra de Dios, guiada por el Magisterio de la Iglesia y profundizada interiormente a través de la exquisita experiencia eucarística de los Santos alentó e impulsó espiritualmente ese proceso. La Santa madrileña, Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, canonizada hace ochenta años, víctima en  Valencia de su caridad para con los enfermos de cólera,  es una de las testigos más egregias de esa historia espiritual de amor a Jesucristo Sacramentado que culmina en la época moderna de la Iglesia: ¡en nuestro tiempo! Por cierto muy significativamente. “No deseo nada –decía en sus escritos– ni me siento apegada más que a Jesús Sacramentado. Pensar que el Señor se quedó con nosotros me infunde un deseo de no apartarme de Él en la vida, si se pudiera, y que todos le viesen y le amen. Seamos locos de amor divino, y no hay que temer”Sigue leyendo