Uno de nosotros

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

En el Ángelus del 12 de Mayo de 2013 el Papa Francisco saludaba a los participantes en la «Marcha por la Vida» y les invitaba a mantener viva la atención a un tema tan importante como es el respeto a la vida desde su misma concepción.  Recordó también la iniciativa que en ese mismo día se realizaba en las parroquias italianas para recoger firmas con el fin de sostener la iniciativa europea llamada «Uno de nosotros», que busca, según dijo el Papa, «garantizar protección jurídica al embrión, tutelando a todo ser humano desde el primer momento de su existencia».  Sigue leyendo

En vísperas de la XXVIII JMJ “Río-2013” – Id y haced discípulos a todos los pueblos.

Madrid, 12 de Julio de 2013

“ID Y HACED DISCIPULOS A TODOS LOS PUEBLOS (Mt,28,19)

En vísperas de la XXVIII JMJ “Río-2013”

 

 

Mis queridos hermanos y amigos:

         Mañana D.m. comenzamos a peregrinar rumbo a Brasil, en camino para la vigésima octava Jornada Mundial de la Juventud. Un buen grupo de jóvenes madrileños acompañados por sus sacerdotes y educadores, y por nosotros mismos, emprende vuelo a Sao Paulo. Allá viviremos la semana de encuentro con los amigos y hermanos jóvenes de esa gran Diócesis brasileña, Sigue leyendo

ORAR POR EL PAPA. Gozo y deber de la Iglesia

Mis queridos hermanos y amigos:

Cuando en una de las primeras y más sangrientas persecuciones que sufren los apóstoles y los cristianos de la primera hora el Rey Herodes manda pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan, y detiene a Pedro, encarcelándolo, “la Iglesia oraba a Dios por él”. Fue escuchada y Pedro liberado milagrosamente por un Ángel del Señor (cfr. Hech 12, 1-11). Las insidias y ataques del “enemigo” por excelencia de la obra de Cristo van a sucederse desde el principio de la historia de su Iglesia ininterrumpidamente hasta nuestros días. Y el resultado será siempre, finalmente, idéntico: la asistencia del Señor, del Buen Pastor, la protege y la cuida eficazmente de tal modo que siempre sale ilesa de la mano de sus enemigos, instrumentos más o menos inconscientes del oscuro poder que se levanta contra el poder salvador de Jesucristo, establecido victoriosamente en la Cruz, y del que la Iglesia es como “su Sacramento” que nunca le fallará hasta que El vuelva en Gloria y Majestad. En ese camino de Cruz y de Gloria, de la luz del Evangelio que se impone siempre a la oscuridad de la increencia y del pecado, el papel de Pedro, el primero y el cabeza de los Apóstoles, fue decisivo al comenzar la comunidad de los creyentes en Cristo su andadura por el mundo y por su historia, y continua siéndolo hoy. Es su fe, en el testimonio y proclamación de la misma, “la piedra” sobre la que se hará firme la fe de sus hermanos, los demás Apóstoles, y la que sustentará la fe de toda la Iglesia. Sigue leyendo

LA CATEDRAL NTRA. SRA. LA REAL DE LA ALMUDENA. Veinte años después de su consagración

Mis queridos hermanos y amigos:

Ayer se cumplían veinte años del día de la consagración de nuestra Santa Iglesia Catedral, en la tarde del 15 de junio de 1993, efectuada por Su Santidad el Beato Juan Pablo II, dedicándola a Ntra. Sra. La Real de La Almudena, nuestra Patrona, y siendo nuestro Arzobispo el Cardenal D. Ángel Suquía Goicoechea. Los fieles de la Archidiócesis de Madrid, herederos de una más que milenaria tradición cristiana de su pueblo −el pueblo madrileño de todos los tiempos− nunca interrumpida, participaron con gozo jubiloso en la acogida al Santo Padre y en la celebración litúrgica presidida por él. Se colmaba uno de los anhelos más larga y más hondamente sentidos por sus mayores desde hacía casi cinco siglos. Ya el Emperador Carlos I pensó en elevar la Iglesia Parroquial de Santa María a Catedral (Bula de León X, de 23 de julio de 1518). Se trataba  probablemente de la parroquia más antigua de Madrid, que situaban los historiadores en “la Almudena”, la zona típicamente militar de las ciudades musulmanas. Sigue leyendo

EL GOZO DE LA PASCUA. Compartido con los enfermos

Mis queridos hermanos y amigos:

El gozo de la Pascua de la Resurrección no pasa de hecho ni debe de pasar en nuestras vidas, aún cuando su tiempo litúrgico vaya declinando. Es un gozo que sostiene nuestra esperanza −la del cristiano− a lo largo y a lo ancho de nuestro itinerario a través de los años y de las distintas etapas de nuestra existencia en este mundo. No hay nada en la experiencia de cualquier vicisitud de la vida, por muy negativa que sea, que pueda impedir que el gozo cierto del triunfo de Jesucristo Resucitado impregne de esperanza nuestro pensar, nuestro sentir e incluso nuestras actitudes ante los acontecimientos que se nos puedan presentar en nuestras familias, nuestra profesión, nuestras relaciones sociales, etc., por muy infortunados que sean. Ni siquiera la enfermedad, ni la muerte pueden amenazar seriamente la fortaleza de nuestra esperanza, cuando brota y fluye de nuestra fe en Jesucristo Resucitado: ¡cuando es expresión clara del gozo pascual, manifestación inequívoca del vivir en la gracia de Dios! Sigue leyendo

ORAR POR LAS VOCACIONES.50 Años después de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Mis queridos hermanos y amigos:

El cuarto Domingo de Pascua la Iglesia invita a sus fieles a contemplar a Jesucristo Resucitado, su Señor, como el Buen Pastor que la guía y conduce a las fuentes de la vida y del gozo eterno. Esa presencia del Señor Resucitado en medio de los suyos es la que les sostiene y anima en su testimonio de que el hombre, pecador y destinado a la muerte, que “camina por cañadas oscuras” a lo largo y a lo ancho de la historia, es amado entrañablemente por Dios infinitamente misericordioso. La Iglesia es ciertamente “el débil rebaño” del Hijo que ha de pedir insistentemente poder “participar en la admirable victoria de su Pastor”. La esperanza de los hijos e hijas de la Iglesia ¡nuestra esperanza! se funda inconmovible en que Jesús Resucitado “ya no muere más”, que es “uno” con el Padre y en que somos como “las ovejas” que escuchan su voz; pero, sobre todo, en que El nos conoce, que no quiere que perezcamos, ni que les seamos arrebatadas de sus manos. Esa presencia amorosa del Buen Pastor la conocemos y percibimos por la fe en el interior de nuestras almas como una llamada a seguirle sin miedo a su ley y sin vacilaciones a la hora de la respuesta de nuestro pobre amor. La llamada es suave, pero penetrante. No admite demoras ni pérdidas de tiempo. Lo que está en juego es nuestra propia vida: ¿la queremos ganar o la queremos perder? ¿queremos que se vigorice y madure para la vida y la felicidad eternas o nos da lo mismo que se descuide y desperdicie en este mundo, fracasando en el tiempo y en la eternidad? ¡No escapemos del “débil rebaño” del “Buen Pastor”! ¡No huyamos! ¡No abandonemos la Iglesia! Allí siempre lo encontraremos invisible y visiblemente en aquellos hermanos a los que El ha constituido por un don especial del Espíritu Santo y la imposición de las manos como pastores de su rebaño, a quienes les ha confiado la misión de hacerlo presente como “cabeza y “pastor” de su Iglesia en la predicación de su Palabra, en la celebración de sus Sacramentos y en la guía y gobierno de su pueblo, para que viva en la caridad y sea su testigo e instrumento de su difusión en el mundo. El “Buen Pastor” guía a su Iglesia, la cuida y apacienta en su caminar por la historia y la vida de la familia humana sirviéndose de los que El eligió y elige como sus Pastores. La Iglesia los necesita hoy tanto o más que en la primera hora de su historia. Necesita a Pedro y a los otros once Apóstoles y a sus Sucesores, Obispos y Presbíteros. Sin ellos, no será posible ni el anuncio fiel del Evangelio, ni la actualización sacramental de los Misterios de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, ni la santificación de las almas, ni, en último término, el que sus hijos −¡el nuevo Pueblo de Dios!− estén en condiciones de santificar el mundo. El “Divino Pastor” se hace presente y actúa en su Iglesia a través de los Pastores que El llama, consagra y envía para apacentarla y alimentarla en su Amor, que nos salva y que se ofrece a todos: los que no han oído todavía su voz o no quieren oírla. Sigue leyendo

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA – En el Año de la Fe para un mundo de corazones endurecidos

Mis queridos hermanos y amigos:

Con el II Domingo de Pascua concluye la Octava de Pascua. El Misterio de Jesucristo Resucitado, que la Iglesia celebra con gozo desbordante durante toda la semana que sigue al Domingo de Resurrección, se nos revela como un Misterio de infinita misericordia en lo más hondo de lo que aconteció aquel primer día de la Semana Judía con Jesús de Nazareth, el Crucificado en el Gólgota, resucitado de entre los muertos como lo había predicho. En ese Domingo de Gloria de Jesucristo Crucificado y Resucitado ha triunfado para siempre la Misericordia de Dios Padre que en búsqueda del hombre -el hijo pródigo- había enviado al mundo a su Hijo Unigénito para salirle al encuentro y salvarle de su pecado y de su efecto terriblemente destructor: la muerte temporal y eterna. El Hijo amado en la unidad del Espíritu Santo desde toda la eternidad encuentra en la Cruz al hombre perdido, ofreciéndose como víctima propiciatoria por la multitud de los llamados a ser hijos de Dios: Sigue leyendo

LA ALEGRÍA DE LA PASCUA. Nadie nos la puede arrebatar

LA ALEGRÍA DE LA PASCUA

Nadie nos la puede arrebatar

Mis queridos hermanos y amigos:

Hoy es un día de gran alegría. Alegría que nadie ni nunca nos podrán arrebatar: ¡Jesucristo, el Señor, ha resucitado! Desde este primer Domingo jubiloso de la historia, todos los demás domingos de todos y de cualquier año no podrán por menos de recordarnos que la Resurrección de Jesucristo permanece viva y activa en el discurrir de la vida de cada hombre que viene a este mundo y, aún, de la entera humanidad. “Pues sabemos que Cristo una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más. La muerte ya no tiene dominio sobre él” (Ro 6,9). En la singular batalla entablada desde el principio de la creación entre Dios, el Señor de la vida, y Satanás, el príncipe de las tinieblas y autor de la muerte, la victoria del Creador ha quedado definitiva e irreversiblemente sellada en aquel primer día de la semana judía, cuando Jesús de Nazareth, el gran −y para la comprensión mundana− el inexplicable Profeta de Galilea, crucificado ignominiosamente y sepultado, resucita de entre los muertos. “Lucharon vida y muerte en singular batalla, y muerto el que es la Vida, triunfante se levanta”, canta jubilosa la Iglesia desde tiempo inmemorial en la Liturgia Pascual del Domingo de Resurrección. Sigue leyendo

Orar por el Papa, orar por la Iglesia: responsabilidad urgente en esta hora providencial de su historia

Mis queridos hermanos y amigos:

El próximo martes, día 12 de marzo, se inicia el Cónclave en el que será elegido el nuevo Obispo de Roma, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal. La celebración de la Santa Misa “pro eligendo Pontifice” −”por la elección del Pontífice”− en la Basílica de San Pedro será el comienzo del itinerario, canónico y espiritual a la vez, de la elección del nuevo Sumo Pontífice: ¡del nuevo “Pedro”! Sigue leyendo

La hora emocionada y agradecida de la despedida de Benedicto XVI

Mis queridos hermanos y amigos:

El próximo jueves, 28 de febrero, a las 20 horas, queda vacante “la Sede de Pedro” por renuncia de nuestro Santo Padre Benedicto XVI. La hora de la despedida ha llegado: una despedida emocionada y agradecida. La emoción nos embarga. Le hemos querido como Padre y Pastor visible de la Iglesia Universal −¡de “la Católica”!−. No podremos olvidarle nunca ni en nuestro afecto filial, ni en nuestra oración cotidiana. ¿Cómo no evocar en esta mañana del segundo Domingo de Cuaresma, en que la Iglesia nos  urge a obedecer gozosamente al mandato del Padre Celestial de escuchar en lo hondo del corazón la Palabra del Hijo, la acogida exquisitamente paternal y las palabras que nos dirigía a los miembros del III Sínodo Diocesano de Madrid en la Audiencia especial del 4 de julio del 2005, el año de su elección como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro? La Iglesia en Madrid, nos decía, “ha tomado conciencia de ser familia en la fe, familia unida por un vínculo profundo y misterioso que congrega a las más diversas realidades y se convierte, por la presencia de Dios en ella, en signo de unidad para toda la sociedad. Es una comunidad católica… y esta comunidad católica peregrina hoy a Roma como signo de comunión con el sucesor de Pedro y, por tanto, con la Iglesia Universal”. Sigue leyendo