Mis queridos hermanos y amigos:
El gran acontecimiento eclesial de la JMJ.2011 en Madrid fue también, en sí mismo, un impresionante testimonio de Jesucristo: de su verdad, de sus promesas, de su amor. En una emocionante y plena expresión de la comunión de la Iglesia, presidida por el Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, los jóvenes peregrinos del mundo entero reconocieron públicamente a Jesucristo como el Redentor del hombre, “el Hijo amado” en el que Dios todopoderoso y eterno quiso “fundar todas las cosas” y librarlas de “la esclavitud del pecado”. En el Himno de la Jornada, le aclamaron como su “Hermano”, su “Amigo”, su “Señor” manifestándole su amor con el ¡“Gloria siempre a Él”! con el que culminaba su canto. El Papa en “su meditación” al finalizar el Vía Crucis del viernes por el Paseo de Recoletos les había exhortado a mirar a Cristo “colgado en el áspero madero” de la Cruz. En ella, les dice, “reconocemos el icono del amor supremo, en donde aprendemos a amar lo que Dios ama y como Él lo hace”. Y añade: “esta es la Buena Noticia que devuelve la esperanza al mundo”. Sigue leyendo