Mis queridos hermanos y amigos:
El viernes pasado celebramos en la Catedral de Nuestra Señora de “La Almudena” la Eucaristía con la que iniciábamos el curso pastoral 2013-2014: el segundo de la “Misión Madrid”. Fue una celebración, a la vez, solemne y entrañable. No era posible desde la memoria del corazón, sobre todo en el rito penitencial, no recordar nuestra peregrinación a Fátima en los mismos días del pasado septiembre. No, no eran mínimamente creíbles un propósito, un proyecto y una iniciativa pastoral, de raíz auténticamente apostólica si no venía inspirada por una conversión interior de las personas y de la propia comunidad diocesana, fruto de un renovado encuentro con el amor misericordioso de Jesucristo Crucificado, como se había querido hacer especialmente patente en aquellas conmovedoras apariciones de su Santísima Madre a tres sencillos niños de Fátima, una aldea perdida en el centro geográfico del Portugal profundo de 1917. La Virgen había elegido el día 13 de cada uno de los meses que van desde mayo hasta octubre (con la excepción del mes de agosto) para confiarles un mensaje a un mundo venido y construído desde la Modernidad y para la Modernidad; pero que se hallaba sumido en un espantoso conflicto bélico, con el epicentro en Europa, y cuyo radio de propagación y efectos destructivos de pueblos, familias y personas ya comenzaba a no conocer fronteras. Sigue leyendo